martes, 26 de abril de 2016

Los prerrafaelitas (XXXVIII): William Morris, defensor de la "nueva artesanía", su esposa y sus amigos.

Aunque tarde, toca hablar del miembro más político, filosófico y, al tiempo, reformador social. Y de su esposa Jane, y su amistad con Burne-Jones y señora.


William Morris o el odio a la civilización moderna

Después de un tiempo sin contar nada, he preferido hablar de un personaje que he ido postergando hasta ahora. Se trata de William Morris. Se trata de un personaje un tanto difícil de colocar en la historia, o más bien en el organigrama -si usáramos una expresión mucho más cercana al mundo empresarial que al artístico- de la Hermandad, y del prerrafaelismo en general. Morris fue el gran amigo -durante casi toda su vida, además- de Edward Burne-Jones, y tuvo buena relación -o al menos, relación- con las figuras principales de la Hermandad. Sin embargo, Morris no fue un pintor profesional famoso, aunque sí pintó cuadros y murales -en su propia casa, por ejemplo, donde permitió a sus amigos el participar en ello; ya hablé de esto en un anexo sobre el desubrimiento de una pintura mural en la Red House, la antigua casa de los Morris-. También le gustaba la poesía, e incluso, escribió poemas, pero poco o nada ha llegado, y apenas se sabe qué debió escribir, aunque por lo visto, debía parecerse a la obra escrita de Dante G. Rossetti, que los leyó, y parece que se llevó una buena impresión de estos. Igualmente, tenía conocimientos de arquitectura, aunque su obra principal fue el participar en el diseño de su propia casa, la Red House en cuestión.
Entonces, ¿qué era, dentro de la Hermandad y el movimiento, William Morris? Si como pintor o dibujante, arquitecto o poeta, fue más un aficionado avanzado que un profesional, o un artista reconocido, ¿dónde está su contribución al prerrafaelismo? Se podría decir que fue, más bien, entre emocional, filosófica y hasta un tanto ideológica. Morris fue una figura principal en lo que se llamó, y se sigue llamando si se estudia la cultura de su época y país, "la nueva artesanía", o "Arts and Crafts", traducido más o menos literalmente como "Arte y artesanía". Sin embargo, quizá sería mejor dividir la vida y obra de Morris desde tres puntos de vista: como artista, como ideólogo y/o filósofo de la nueva artesanía y de su visión del socialismo, y como persona. En este último caso, habría que hablar también de otras tres personas, muy unidas a él -realmente, no se le puede conocer sin hablar de todos ellos al tiempo: su esposa, su mejor amigo, y la esposa de este último.

William Morris age 53.jpg
Una fotografía suya, cuando ya había llegado a la madurez, y dedicado a la industria, aunque fuera artesana -o de productos de lujo, según se mire-, y hubiera dejado aparte sus intereses puramente artísticos.

Burne-Jones (izq.) y Morris(der.), en una foto de 1890.

Morris fue también diseñador textil. Fuera para cojines, colchas, cortinas o vestidos, sus gustos neo-medievales se pusieron de moda.


Morris fue todo un maestro de la tipografía.

Como artista y como animador y miembro de la Hermandad.

William Morris (1834 enWalthamstow- 1896 en Londres), fue un auténtico hombre orquesta. Fue pintor, poeta, escritor político o más o menos filosófico, arquitecto, y sobretodo maestro textil, diseñador y fundador de un movimiento, "Arts and Crafts", que defendía el retorno a la auténtica artesanía, y despreciaba la industrialización, o al menos, la parte más negativa -y menos reconocida en una época de expansión económica y avances tecnológicos, pero donde también existía unas terribles desigualdades sociales-.
Como artista, Morris siempre tuvo espíritu creador. Si no desde niño, sí desde muy joven. Siendo como era de buena familia -aunque tampoco rica-, pudo estudiar en el Marlborough College, y más tarde, en la Universidad de Oxford, donde estudiaría arquitectura, arte y religión. Conoció en aquellos tiempos a Dante G. Rossetti, que fue, quizá, su primera influencia artística. Sin embargo, la persona que más le ayudó a tomarse en serio el arte, muy probablemente, fue el crítico John Ruskin, Ciertamente, Ruskin podía tener una vida personal bastante penosa -su mujer, Effie Gray, podría haber hablado mucho sobre ello-, pero como consejero personal y crítico artístico, sin duda debió ser un hombre fuera de lo común. Es lo que se llama separar la persona del personaje histórico. Bien, pues entre Ruskin y Rossetti hicieron mucho para que Morris no acabara de sacerdote, o pensando en estudiar economía o derecho, por decir algo. Sin embargo, además de ellos dos, o el pintor clásico y al tiempo reformador, Madox Brown, conoció a un artista de más o menos de su edad, y con el que tuvo, desde el principio, no sólo una gran amistad, sino también una afinidad personal y artística extraordinaria: Edward Burne-Jones.
Pero dejemos aparcada la amistad con su amigo del alma, como también a Jane Burden, su futura esposa. Ahora, el Morris artista.

La Red House, que diseñó -era arquitecto de profesión, o al menos, tenía el título-, junto a Philip Webb.

Acabados sus estudios, se inició como arquitecto con su amigo Philip Webb, en la construcción de la Red House, que sería el regalo de boda, para su novia Jane Burden, el futuro hogar familiar, y, en cierto modo, el lugar de reunión que él deseaba que fuera para los miembros de la Hermandad. Allá acudieron en varias ocasiones Rossetti y Siddal, Millais y Grey, Holman Hunt, Madox Brown y, como no, Burne-Jones, y donde pintarían obras, tanto colectivas como individuales, y comentarían sus ideas, sueños y problemas. Lamentablemente, la Hermandad, a la larga, se acabaría diluyendo, aunque fuera poco a poco, pues Rossetti, el más inestable de ellos, acabó por ir por su cuenta, radical, rupturista y excesivo, para bien  o para mal, y más todavía, tras quedarse viudo de Siddal. 
En 1858 pintaría "La bella Isolda", la única pintura que ha llegado hasta el presente, y que podría considerarse "profesional", además de haber sido realizada sólo por él mismo. Sus poemas, por lo demás, no eran malos, pero sí un tanto "de su época", y algunos se han ido publicando con el paso del tiempo, aunque son prácticamente inencontrables en cualquier otra lengua que no sea el inglés. Realmente, Morris no es recordado, precisamente, como uno de los grandes de la poesía británica de la época Victoriana, precisamente. Ni tan siquiera pudo alcanzar el mismo éxito, aunque sea muy relativo, del que han ido consiguiendo, al menos en su país, los poemarios de Rossetti o Siddal, sus compañeros de la Hermandad.

"La bella Isolda" (1858), más conocida, incorrectamente, por "La reina Ginebra". Se trata de la única pintura al óleo -y en lienzo, no como pintura mural- de Morris, con su futura esposa Jane Burden/Morris, con la que se casaría al año siguiente.


El creador del movimiento "Arts and Crafts". La "nueva artesanía", o considerar a los artesanos como auténticos artistas.

Al igual que el resto de los prerrafaelitas, que tuvieron, como ya se contó, su propia revista, "The germ" -de muy corta vida-, para defender y extender sus ideas artísticas y culturales, Morris no veía con buenos ojos la expansión de la industrialización, y la rémora de explotación laboral, ruido y contaminación que ella trajo. Tampoco gustaban del producto de creación industrial, aparentemente, porque no tenía por qué ser siempre así, de poca calidad, y sin diversidad ni espíritu artístico de ningún tipo. Morris defendía la vuelta a la artesanía, la creación de productos más caros, sí. También con la necesidad de contar con más tiempo, y muchas veces más trabajadores -y más y mejor preparados- para realizarlos. Pero pensaba que, también, durarían más, y se reconocería tanto su belleza, como su originalidad -muchas veces, serían únicos-. Gracias a él, y a otros artistas, prerrafaelitas o no, el público británico, y en menor medida de otros países, empezaron a mirar al pasado, a la Antigüedad y, sobretodo, a un Medievo idealizado, que parecía hacerles imaginar una época donde no todo era tecnología, industria y dinero -y, evidentemente, dejando de lado la parte oscura, oscurísima, de aquella época-. Hubo un auténtico "revival", una influencia en el arte, la moda, la literatura, el mobiliario, la arquitectura, de esta Edad Media re-inventada, pero como todo, la "fiebre medieval", y con ella, aunque no fueran lo mismo, el interés por la nueva artesanía, el movimiento "Arts and Crafts", fue decayendo. Aún así, seguirían influyendo en futuras corrientes artísticas, como el simbolismo, o el modernismo -a pesar de que modernistas y últimos prerrafaelitas no tenían buenas relaciones-. En realidad, uno de los problemas de los productos de Morris era que, por su calidad, y por el largo y complicado proceso de producción que necesitaban, resultaban demasiado caros para gran parte de la población. Y al final, los que podían permitírselos, acabaron por dejarlos un tanto de lado a favor de lo que ofrecían nuevas corrientes artísticas o modas, como el modernismo, que también tuvo un enorme peso en diseño de mobiliario, ropa, lámparas, enrejados, etc., si bien su influencia en el diseño en el siglo XIX es incontestable. Aunque esto, el modernismo, o Art Nouveau, y su "hijo", el Art Déco, son otra historia.
Morris acabó formando, primero con sus amigos prerrafaelitas, más tarde como propietario único, con el nombre de Morris and Co., una empresa que se dedicara a la fabricación de esa nueva artesanía de forma seria, donde los productos que salieran de allá no sólo fueran pequeñas obras de arte, y únicos en sí mismos, sino también relativamente abundantes.
 Aún así, nuna pudo hacerse rico con ello, aunque tampoco parece que lo deseara. Ideológicamente, era un hombre progresista, que se unió en 1883 a la Federación Socialdemócrata -el germen de la izquierda británica-, para separarse de ella, en 1885, y formar la Liga Socialista, donde se entremezclaban los socialistas no marxistas, y en la que convivían parlamentaristas, cristiano-socialistas, anarquistas, etc. Una de las razones por las que se fue distanciando de la Hermandad, realmente, fue el que dejara los ideales puramente artísticos en segundo plano, dándole cada vez más importancia a la política. Y por ello, decidió que, más que por medio de una revolución, la sociedad nueva llegaría con cambios más o menos importantes, pero continuos, y haciendo cada uno lo que podía por combatir la injusticia y la desigualdad. Prueba de ell fue que, cuando falleció, se dice que no hubo patrón más llorado por sus trabajadores y las familias de estos que William Morris.
Morris también decidió ser editor. Creó la editorial Kelmscott Press, donde contó con la ayuda de Burne-Jones para ilustrar los libros que sacaría al mercado. Algunas obras eran propias, pues Morris, aunque ya no escribiera poesía -a no ser como distracción-, no había abandonado nunca el arte de la escritura. Obras suyas serían "La caída de los nibelungos", o "La historia de Sugurd", aunque también publicó clásicos, como los "Cuentos de Canterbury" de Chaucer, ilustrados por su amigo. Aquí, también se nota su infuencia como diseñador, y su estudio del arte medieval. Sólo hay que comprobarlo al admirar sus bordes y lomos de libros, o las iniciales con las que comenzaba cada capítulo. También escribió una novela, popular en su tiempo, sobre su paso al socialismo: "Noticias de ninguna parte".


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Un ejemplo de los libros que publicaba Kelmscott Press, la editorial de Morris, que contaba con la ayuda de Burne-Jones.

Factoría textil de Morris (1890), en Merton Abbey.

Morris en la intimidad. Su esposa Jane, su amigo Burne-Jones, y la esposa de este, Georgiana McDonald.

Morris parecía ser una persona de buen carácter, que sabía hacerse querer o, al menos, aceptar entre la gente a quién se acercaba. Influido artísticamente, y también personalmente -a la hora de decidir qué hacer con su vida-, por dos hombres tan distintos -y enfrentados- como Ruskin y Rossetti, finalmente, su mayor amistad sería con el pintor, y también miembro de la Hermandad Edward Burne-Jones, que coonoció estudiando juntos. Y juntos entrarían en la Hermandad, una vez que sus tres promotores la hubieran fundado pocos años atrás. Y, aunque Burne-Jones se transformó en un extraordinario artista, y se dedicó en cuerpo y alma a la pintura, y Morris decidió ir abandonando la Hermandad para dedicarse a la artesanía, y sus ideales políticos fueran arrinconando los artísticos, no hay duda de una cosa: su amistad fue tan profunda, tan sincera, que parecía a prueba de bombas, y resistió el paso del tiempo hasta la muerte de Morris, en 1896. Realmente, parece demostrado que Burne-Jones mirió sólo dos años después, al menos en parte, por el dolor que significó para él la desaparición de su mejor amigo. 
Parece que, cuando la Hermandad se unía, los tres miembros principales podían estar más o menos de acuerdo, pero ellos dos siempre parecían estar en el mismo bando, y pensaban casi lo mismo. Se podría decir que era una de esas amistades de la época Victoriana, que más bien parecía una especie de "matrimonio de dos hombres heterosexuales". Y lo pongo entre comillas no porque haya copiado la frase de otro lugar -pues es mía-, sino porque hay que comprenderla y ponerla en su lugar histórico y social. En aquellos tiempos, era normal que una persona tuviera una amistad tan profunda con otra, y muchas veces sólo con otra y ninguna más, que parecían hermanos -o hermanas, pues también sucedía con mujeres-. En ocasiones, realmente parecían una pareja sentimental, pero no había ni sexo ni atracción. Sólo dos personas que comulgaban en prácticamente todo, y cuando uno moría, el otro se sentía igual que si hubiera perdido un hermano o a su pareja. En Estados Unidos existía un tipo de relación análoga, pero únicamente femenina, las llamadas "bostonianas", porque había muchos casos en Boston, y en otras ciudades, sobretodo, de la Costa Este del país. Eran mujeres, tanto lesbianas o bisexuales como -probablemente en su mayoría- heterosexuales, que vivían juntas, como una pareja, sin hombres o niños, y que llevaban una vida independiente que pocas mujeres podían disfrutar. 
Eso no impidió que ambos hombres se casaran. Morris, lo hizo con la joven Jane Burden, o Jane Morris -tras casarse-. Era una chica de origen obrero -camarera, parece- con poca cultura -no pudo tenerla, evidentemente-, que era algo así como el prototipo de modelo prerrafaelita: blanca como la cal, cabello ondulado y cobrizo -aunque en algunos cuadros, es retratada como morena azabache-, y que parecía necesitar -o eso pensaban ellos- un hombre que la educara y le abriera los ojos al arte. Morris, desde luego, la quiso mucho, le regaló la Red House -aunque era un regalo para los dos, pues él, claro está, también vivió allá- y no pareció importarle mucho que, cuando aún eran novios, ella fuera modelo de Rossetti, que si destacaba por algo, era por su impulsividad, y su facilidad para enamorarse, o más bien para desear, a cualquier modelo que posara para él. Además, parece que Jane también sentía por Rossetti bastante más que la admiración que se siente por un gran artista, y su amistado por él duró hasta que el pintor falleció. En 1859 se casaron, tuvieron dos hijas, y vivieron juntos toda la vida, aunque el matrimonio tuvo sus altibajos, y ella, finalmente, no pudo serle fiel.

Jane Morris en 1865. Nació en 1839 -tenía cinco años menos que su marido-, y le sobrevivió todavía muchos años, pues murió en 1914, cuando el prerrafaelismo ya era historia, aunque había dejado hondo poso en la cultura y la sociedad británicas. La fotografía de aquellos tiempos es un ejemplo de ello.

En un retrato de 1904, con unos sesenta y cinco años, realizado por la también prerrafaelita, y en aquel momento ya madura, Evelyn De Morgan.

Sin embargo, igual que Morris no fue celoso, ni por causa de Rossetti, ni por otro -o al menos, no trascendió tal cosa de forma clara-, sí que él, en determinado momento, se sintió fuertemente atraído por otra mujer. Y fue, nada menos, que por la esposa de su gran amigo Burne-Jones. Pero Georgina McDonald/Burne-Jones lo rechazó, a pesar de que Morris le dijo repetidas veces que se sentía sinceramente enamorado de ella. Sin embargo, una vez que Morris se hizo a la idea de que con Georgina -tal vez menos atractiva o sin la sensualidad de Jane, pero sí mujer culta y artista, tanto pintora como experta en trabajar la madera, pero que resultaba tremendamente especial para el amigo de su esposo- no había nada que hacer, las aguas volvieron aparentemente a su cauce de forma pasmosamente rápido. Se podría decir que, al no romperse ninguno de los dos matrimonios, ambos hombres se tragaron el sapo -modales victorianos, y todo eso-, y continuaron con su amistad. Jane, sin embargo, aunque no pensara en separarse, sí tuvo un amante: en 1884 conoció al poeta y activista Wilfrid Scawen Blunt, con quién inició una relación en 1887, y aunque su relación parece que acabó en 1894, poco antes de la muerte de Morris, continuó hasta su muerte.

Tapices diseñados por Burne-Jones, con la ayuda de Morris. La influencia de este último quizá fue mayor de lo que se piensa en varios trabajos de su amigo.


viernes, 15 de abril de 2016

Las fotografías de Emma Barton: cuando hacer fotos comenzó a ser un arte.

En la época Eduardiana, y con posterioridad, la fotografía comenzó a hacerse un espacio en el mundo del arte.


Pasemos de la pintura a la fotografía. Pero no de forma definitiva.

Aprovechando que hace poco que comenzó la primavera, y que aquí donde vivo, hace bien poco que la climatología acompaña al calendario, y que vi un par de fotografías por internet que me llamaron la atención, decidí indagar un poco quién era el autor o autora, y en qué época vivió, aunque por el estilo y el aspecto de las fotos en cuestión, pensé que debían ser de principios del siglo XX. Básicamente, anteriores al fin de la I Guerra Mundial. Y parece que acerté.
La autora, pues era una mujer -¡cuántas mujeres olvidadas con el paso del tiempo! Y a veces, ese tiempo se reduce a sólo unas décadas, no siglos, la británica Emma Barton -Emma Boaz Rayson, de soltera- nacida en una familia obrera de Birmingham en 1872, y fallecida en la misma ciudad, en 1938.
Empezó a interesarse en serio por la fotografía, y a conocer su técnica, y la forma de considerarla un arte -naciente, nuevo, aunque ya los primeros fotógrafos profesionales querían que sus retratos no fueran un simple trabajo o curiosidad, sino algo más- gracias al cuñado de su padrastro, que por el lejano parentesco, más bien sería un amigo. Comenzó haciendo fotografías de un pariente de su marido, el abogado George Barton. Se trataba de Dan Leno, un artista muy conocido en el mundo de las variedades y el teatro popular, aunque, tras conseguir el reconocimiento por su trabajo -algo raro, en una mujer-, comenzó a realizar retratos, y escenas de temática religiosa, pero también con la naturaleza como temática o marco.
Consiguió, entre 1904 y 1906, llegar a exhibir no sólo en Gran Bretaña, sino también en Francia, Estados Unidos y, sobretodo, Alemania, donde consiguió realizar exposiciones individuales. En Birmingham, su ciudad, logró realizar una gran exposición de 58 fotografías, lo cual, en aquellos tiempos, era realmente mucho.
Su primer premio lo consiguió en 1903, con "El despertar", y su primera exposición individual en la Royal Photographic Society -el equivalente fotográfico a la Royal Academy para los pintores y dibujantes-, donde consiguió ganar su premio. Pero recibiría muchos más, además de exposiciones que harían de ella la mujer fotógrafa más conocida de su tiempo.

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"El despertar" (1903; impresión de carbono).

Respecto a sus influencias, es patente, y ella así lo contó, tanto la de los prerrafaelitas -cuya importancia el en arte británico del último siglo y medio sea mucho mayor de lo que podría pensarse y que, realmente, se piensa hoy en día-, y el movimiento "Arts and Crafts", de William Morris, parte de la Hermandad, pero con ideales artísticos, y sobretodo políticos y sociales, distintos al resto de miembros, y que, además de pintor, poeta y arquitecto -aunque, en ningún caso, durante mucho tiempo-, se dedicó a lo que él llamaba "la nueva artesanía".
A partir de 1918, dejó de exhibir, y sólo se dedicó a fotografiar a su familia, retirándose a la isla de Wight -en el Canal de la Mancha, entre Inglaterra y Francia- en 1932.
Pasado un tiempo, su trabajo fue publicado en un libro, "Luz solar y sombra: las fotografías de Emma Barton. 1872-1938".

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"Primera comunión" (1914), de ambiente religioso, pero también un retrato íntimo.

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"El alma de la rosa" (1905), donde tal vez se vea más claro la influencia prerrafaelita.

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Y otra fotografía, cuyo título no encontré, que haría juego con la anterior.


miércoles, 13 de abril de 2016

La historia de Alí y Nino: Romeo y Julieta en el Cáucaso de la Gran Guerra.

Una novela con un origen tan oscuro como su autor, que ha sido redescubierta en los últimos años.


Aunque normalente no hablo de libros en singular, sino más bien de autores, y de su obra en sentido amplio, este sería uno un tanto especial, no sólo por su calidad, sino también por su exotismo, por un origen geográfico y cultural claramente distinto a lo que en Europa estamos acostumbrados a leer.
Se trata de "Alí y Nino", que como bien dice el título de la entrada, serían algo así como Romeo y Julieta, pero con su historia ambientada en el Cáucaso, o más bien, en la Transcaucasia. Para ser más exacto, en el casi desconocido Azerbaiyán inmediatamente anterior, y más tarde contemporáneo, de la I Guerra Mundial, y la Revolución Rusa.


Un autor de origen oscuro, y una obra tan exótica como moderna.

Antes de pasar a la historia, quizá habría que decir quién fue su autor, y reconocer que he podido comprenderla, sobretodo, a un artículo de Sabino Méndez, en "Babelia", sección literaria del diario "El País".  Hoy en día, los críticos literarios, los que podríamos llamar historiadores de la literatura, dan por cierto que su autor, o al menos el hombre que escribió, en alemán, el original de la novela, fue un tal Kurban Said. ¿Azerbaiyano de raza y lengua túrquicas, y musulmán practicante? Para nada. En realidad, Said se llamaba Lev Nussimbaum (1905-1942), judío nacido, probablemente, en el Tatarstán, la región de los Urales habitada por el pueblo tártaro, o tal vez en Ucrania -tan poco se sabe de él- y converso voluntariamente al islam chiíta más por curiosidad y fascinación por la cultura oriental -"el Oriente", en un sentido más emocional y literario que real-, que por cuestiones estrictamente religiosas. Porque Kurban Said, por lo visto, era tan musulmán como antes fue judío: más por identidad que por práctica. Escribió, en su juventud, algunos libros sobre la situación política y económica de Rusia -zarista o soviética; presente o pasada- y de Azerbaiyán en particular, como "Petroleo y sangre en Oriente", que hace muy poco, uno o dos años, que salió al mercado, creo que por primera vez, traducido al español. Nussimbaum, transformado en Said, o en quien hiciera falta -tenía enorme facilidad para cambiar de identidad, de nombre, de pasado para adaptarse al presente-, huyó de la nueva Rusia Soviética -no de la Gran Guerra, nuestra I Guerra Mundial, pues cuando comenzó, en 1914, él apenas contaba con nueve años; como se ve por las fechas, murió muy joven-, instalándose primero en el Nueva York que se había transformado en una de las grandes capitales económicas y culturales del mundo, y más adelante, en Berlín. 

Una pareja mixta entre una cristiana georgiana y un azerí musulmán, en el Bakú de 1900, con una hija llamada Tamara -o Tamar, en georgiano-, como la que tuvieron, en la novela, Alí y Nino.

Y aquí vienen las dudas. ¿Berlín? ¿Estuvo viviendo en la capital del III Reich, del imperio nazi, gobernado por ese monstruo, destructor del pueblo judío, como fue Hitler? Parece que esa facilidad, más bien arte, de transformarse en quien el quisiera, hizo que las autoridades lo tomaran por un auténtico azerí musulmán, ahora llamado Essad Bey, y, probablemente, antisemita -aunque en aquellos tiempos, el antisemitismo era básicamente occidental y cristiano, y bastante escaso, por no decir casi inexistente, en los países musulmanes; a lo sumo, se les podía despreciar igual que a los cristianos y otras minorías, pero no más que a ellos-. Por eso, y porque contó con una persona que fue para él, al mismo tiempo, amante, amiga y protectora: la condesa Elfriede Ehrenfels (1894-1982), mayor que él, pero que también viviría mucho más -porque, realmente, tampoco está del todo claro el cómo murió Said-. Muy probablemente, le ayudó a escribir la novela -la condesa era mujer culta, y bien capaz, si no de escribir una novela redonda, sí de ayudar a quién pretendiera pasarla al papel-, que fue publicada originalmente en alemán -de ahí que se supusiera que fuera germano-hablante el autor, porque estaba escrita en un muy buen alemán, además-, y en una época tan siniestra como en la antesala de la II Guerra Mundial. Su primera edición data de 1937, en Viena, pues su intento de publicarla en Alemania, un año antes, fue infructuoso. Un año después, Austria sería anexionada a Alemania, así que, aunque no fueron los nazis los que permitieron su publicación, sí el que circulara por todo el territorio alemán, que ya incluía a Austria.
Sin embargo, es curioso que Said no fuera capaz de crear, antes de "Alí y Nino", ninguna otra obra igual. Se cree, entonces, que Kurban y su amante alemana no hubieran escrito la novela por sí mismos -o sea, a cuatro manos, como se dice en el mundo literario-, sino que contaran con cierta ayuda indirecta, o más bien, involuntaria. Y es que resultaba posible que la pareja llegara a copiar párrafos enteros, o a aceptar una influencia mayor de lo que podría llamarse "un homenaje" -o sea, un plagio, no total, sólo de algunas partes, quizá pequeñas, pero plagio al fin y al cabo- de alguna obra del autor nacionalista azerí Josef Vezir Chamanzaminli, muerto por el estado soviético-estalinista en 1943, en un gulag, agotado por el hambre y el trabajo forzado. Vezir, sin embargo, era favorable no sólo a la independencia de su querido Azerbaiyán, sino también contrario a cualquier mezcla étnica o cultural, y no quería saber nada de rusos, armenios y otros pueblos para él extraños. Y eso también incluía a los georgianos, y al cristianismo. Así pues, la defensa de una pareja de dos personas de nacionalidades, culturas y religiones distintas, claramente, era cosa de Said, el judío -y semita; al menos, en teoría, teniendo en cuenta la enorme mezcla racial en el espacio ruso, fuera zarista o soviético- converso al islam, que lo mismo hablaba ruso como azerí, inglés o alemán, y amante, amigo y protegido por una germana auténtica, que por lo demás, no hacía caso alguno al racismo bárbaro de su gobierno. No resulta imposible que llegara, incluso, a meter mano a la obra de un cuarto autor -si a la condesa Ehrenfels se le puede considerar la segunda-, el también georgiano Grigol Robakidze (1881-1961). 
Que de todo este torbellino de copias, influencias, opiniones y visiones propias del mundo y el amor, y de experiencias personales o ajenas, nacería una novela que es considerada como "La primera gran obra de la literatura azerí -o azerbaiyana-", aunque fuera escrita originalmente en alemán, y en Alemania publicada.



Los tres responsables -si no hubo más- de "Alí y Nino": el escritor nacionalista Vezir Chamanzaminli, el periodista y aventurero de origen judío Lev Nussimbaum, y la aristócrata austriaco-alemana Elfriede Ehrenfels.


Amores imposible en una guerra que destruyo el mundo antiguo y alumbró uno nuevo.

En pocas palabras, se puede contar la historia. O no en tan pocas, según se mire. Alí Khan es miembro de una importante familia de Bakú, musulmana y étnicamente túrquica. Un azerí, o azerbaiyano, prototípico. Más culto y abierto de mente de lo normal -ha estudiado en una escuela con rusos y otros cristianos, y conoce bien la cultura occidental, o al menos, la rusa-. pero que apenas tiene contacto con no musulmanes. Nino Kipiani, es la hija de unos príncipes georgianos, entendiendo por príncipes no a hijos de reyes, sino más bien a nobles. Un día, Alí conoce a Nino, que estudia en una escuela para chicos -algo raro, pues las mujeres musulmanas normalmente no podían estudiar, y muchas cristianas no rusas, tampoco-, y se siente más unida a Europa que a Asia. En realidad, el amor y desamor de los dos miembros de la futura pareja, la antipatía o la capacidad, o no, de entendimiento de las familias de ambos, dependen también por saber si Azerbaiyán es un país occidental -más laico, abierto con la mezcla- u oriental -donde el origen étnico puede tener menos importancia, pero donde la religión, sobretodo la musulmana, lo impregna todo, y los usos sociales son distintos-. Cuando Alí le pregunta a Nino, que es muy buena en geografía, si Azerbaiyán es Europa o Asia, ella le responde "Si fuera Asia, no podrías ver mi rostro". En realidad, el Azerbaiyán actual, como también Turquía, e incluso alguna república del Asia Central -Kazajstán, sobretodo-, siguen teniendo esa doble alma, que lo mismo enriquece como resulta contraproducente, poco clara, y provoca cierta esquizofrenia cultural e y emocional.
No voy a contar aquí la novela entera -que me encantó leer, por cierto-, pero es fácil suponer, si se hace referencia a Romeo y Julieta,  que no puede acabar bien. La Gran Guerra, la Revolución Rusa, y el estado de anarquía y desintegración política que acarrea, hace que tanto Armenia, como Georgia y Azerbaiyán sean, en la práctica, estados independientes, y que azeríes y armenios luchen, más que por cuestiones religiosas -que también-, por otras entre étnicas, culturales, económicas y de opiniones distintas del futuro de ambos pueblos. 
Hay, sin embargo, un detalle -o tal vez no sólo simple detalle- que me molestó, y fue el cómo pasa de puntillas, como si  hubiera sido un conflicto étnico sin vencedores claros, ni vencidos oprimidos o exterminados, por el genocidio armenio. Nino se hace amiga de un armenio, miembro de una familia de ricos comerciantes -la visión que se tenía de ellos en algunos países musulmanes-, que acaba haciéndose amigo tanto de ella, como de Alí, para, más adelante, intentar secuestrarla para casarse con ella, suponiendo que, por ser ambos cristianos europeizados, tenían más cosas en común entre ellos que con el joven Alí. Más adelante, se habla de la guerra entre ambos pueblos, siendo Armenia y Azerbaiyán, como Georgia, independientes de facto, y cómo ganaron los armenios, en teoría, de forma más o menos traicionera, y sin contar con el apoyo que los azeríes daban al ejército turco, que avanzaba hacia su tierra, y tras exterminar a los armenios y asirios en el Imperio Otomano, y con deseos claros de hacer lo mismo en Azerbaiyán, en Armenia, y en Nagorno-Karabaj -territorio que se nombra, aunque sólo como Karabaj-. Pero a pesar de ello -el intentar tapar un hecho tan oscuro de la historia nacional, y tan poco enseñado y explicado para, precisamente, no resultar ni incómodo ni doloroso no para los descendientes delas víctimas, sino a turcos y azeríes actuales, que tampoco tienen culpa alguna de lo que hicieron parte de sus antepasados-, la historia es pura magia, se lee con suma facilidad, y realmente, nos parece un cuento oriental, pero ambientado, de forma creíble, como si fuera un relato biográfico real, un diario de alguien a quién le toco vivir aquellos tiempos, en unos tiempos que, pasado un siglo, nos parecen lejanísimos, pero que no lo son tanto. El mundo moderno, realmente, nació antes de la Gran Guerra, aunque esta la aceleró. A costa de millones de muertos.


Y algo más. En la actualidad...

"Alí y Nino" ha sido traducida, hasta ahora, a más de treinta lenguas, y la historia no ha quedado circunscrita a los países de lengua túrquica, sino que ha sido cada vez más conocida, y reconocida, al menos dentro de unos límites, en más países. Respecto a la influencia que pueda haber ejercito en la cultura moderna, o si hay obras claramente deudoras de ellas. Hay, al menos, dos casos en que esto es muy claro, pues se trata de una película y una estatua -más bien dos-, basadas directamente en la novela.
La película, todavía sin fecha de estreno, filmada en Azerbaiyán -aunque es una producción británica, y en inglés-, ha sido dirigida por el indo-británico Asif Kapadia, con la española María Valverde, y el israelí de origen palestino Adam Bakri como los actores que darán vida a los dos protagonistas. Tengo curiosidad de cómo se habrá adaptado la obra y la época al cine, aunque, por el momento, pocas fotos hay de la película.

Una de las pocas escenas de la película que ha trascendido -la verdad, no he encontrado otra-.

Otra imagen del rodaje, donde la modernidad y la tradición se entremezclan en un Bakú que intenta vivir de espaldas la la guerra.

Respecto a las dos esculturas que representan a los amantes, se encuentran en la ciudad georginaa de Batumi, frente al mar Negro, y es conocida tanto como "Ali y Nino", como por "La estatua del amor". Las dos estatuas metálicas, obra de la escultora georgiana Tamara Kvesitadze, se acercan hasta parecer fundirse en un abrazo -a pesar de no tener, curiosamente, brazos-, para más tarde, darse la vuelta y separarse, como mostrando que el deseo de permanecer unidos es tan grande como imposible. Todo, en diez minutos, para solaz de autóctonos y visitantes.

Arriba, las dos estatuas cuando comienzan a acercarse. Y abajo, tres escenas en las que parecen estar frente a frente, se desean abrazar, y, finalmente, acaban por darse la espalda para permanecer irreparablemente separados.

La misma historia, pero de noche e iluminadas las estatuas, lo que resulta, y más visto de cerca, espectacular.

martes, 12 de abril de 2016

Los prerrafaelitas (XXXVII): Walter Deverell, el prerrafaelita olvidado, o perdido en la memoria.

El más desconocido de los prerrafaelitas, murió joven, y sin apenas obras que perpetuaran su memoria.


Ya se habrá visto que, últimamente, los prerrafaelitas parecen haber colonizado el blog, literalmente. Realmente, también ando un tanto falto de tiempo y ganas, y no tengo muchas ideas más allá de la Hermandad, que aquí está viva y con ganas de perdurar. Y a pesar de las muchas entradas dedicadas a ellos, todavía quedan cosas que contar. Entre ellas, el incluir entre los muchos artistas comentados al, quizá, más desconocido de ellos, por no decir olvidado: Walter Deverell.


Walter Deverell, el prerrafaelita perdido, y descubridor de Elizabeth Siddal.

De Walter Deverell (1827-1854) se recuerda, básicamente, una cosa: haber descubierto a Lizzie Siddal, en la sombrerería donde trabajaba, y decidir presentársela a los miembros de la Hermandad. Esa anécdota es cierta, pero también podría comentarse un poco más sobre él.
Deverell nació en Charlottesville (Virgina), Estados Unidos, pero por pura casualidad: su familia se trasladó a Norteamérica a buscarse la vida en el Nuevo Mundo, pero parece que no les convenció el vivir al otro lado del Atlántico, pues volvieron a Inglaterra cuando el futuro pintor contaba sólo dos años de edad. Para él, el haber nacido en el extranjero fue pura casualidad, y nunca se dejó de considerar inglés y británico. Lo que era, realmente.
Él también estudió arte en la Royal Academy, y fue Dante Gabriel Rossetti, el compañero que más le influyó, o más bien, el que se lo ganó. Rossetti no sólo fue el que con más facilidad conseguía modelos, y que estas acabaran siendo sus parejas, como amantes o pareja más en serio -Siddal-, sino que, por su carácter, lo mismo podía resultar desquiciante, como también tenía una mayor facilidad que Hunt o Millais para hacer amigos, ganar admiradores o seguidores -o lo contrario- y, en general, hacerse oír. La relación de amistad, colaboración e influencias mutuas hicieron posible que ambos acabaran compartiendo estudio artístico en 1851, pero, al contrario que sus otros compañeros y amigos, Deverell no participó en la creación de la Hermandad, en 1848, aunque sí recibió su influencia, y el contacto con el nuevo grupo de revolucionarios del arte se mantuvo hasta su temprana muerte. Porque esta es una de las razones por la que este pintor es prácticamente desconocido, incluso, entre los que conocen el prerrafaelismo bastante a fondo, que murió muy joven. 
Si se puede decir que comenzó a pintar en serio a finales de los 40 del XIX, y no fue un pintor mínimamente maduro hasta el contacto directo con Rossetti -no mucho antes de que compartieran estudio; tal vez, al poco de crearse la Hermandad-, se podría decir que, hasta su muerte en 1854, Deverell contó con apenas seis o siete años en poder dejar un legado suficientemente interesante para ser recordado para la posteridad. Pero además de poco tiempo, y de no haber podido madurar lo suficiente para demostrar qué podía ser capaz de hacer, tampoco parece que pintara demasiado. Sus obras no son muy numerosas, y se ve mezcla de vanguardia -prerrafaelismo propiamente dicho- y academicismo -influencia de Charles R. Leslie, por ejemplo, un norteamericano de origen inglés que, ciertamente, fue mejor artista que Deverell-, que le impidió, tal vez, decidirse por entrar en la Hermandad tras su formación, como así hicieron Burne-Jones o Morris.

Su autorretrato, de 1849. Una de sus primeras obras serias.

Y sí, fue él, el que descubrió a Elizabeth Siddal, trabajando en la sombrerería donde, más adelante, sería visitada por el resto de pintores del movimiento, que la convencieron para que fuera no sólo su modelo compartida -no se podían permitir, en ese momento, más modelos femeninas, a no ser alguna prostituta, que cobraba poco por el trabajo, pero que no siempre daban el pego como santas, reinas o personajes literarios-. Y sí, parece que él también acabó sucumbiendo al atractivo de la joven pelirroja, que tan pronto descubrió su vena artística -y que, finalmente, tan perjudicial fue para ella-.
Se cuenta que, tras la marcha de James Collinson de la Hermandad, donde se le consideraba miembro de hecho -aunque ni fuera fundador, ni entrara poco después-, en parte por su ruptura con Christina Rossetti, la hermana poeta de Dante Gabriel -probablemente, había entre él y el resto de sus compañeros cierto resquemor; o al menos, con el hermano de su ex-prometida-, y en parte porque Collinson, converso al catolicismo y especialmente religioso, veía cada vez con peores ojos unas pinturas que, en ocasiones, consideraba casi sacrílegas, Rossetti y otros consideraron que Deverell debía haberle sustituido. Pero su temprana muerte, por una enfermedad de los riñones, lo impidió. Aunque, realmente, tampoco hay escritos que dejen claro que Deverell iba a ser admitido como miembro de pleno derecho en el grupo.
Vivió en Kew, un pueblo cercano a Londres, que posteriormente, fue absorbido por la enorme metrópoli. En su casa se encontró una de sus pinturas, "Una mascota", aunque, en la Royal Academy, apenas logró mostrar cuatro. No es que fuera mal pintor, pero, aparte de la relativa escasez de obras, ninguna de ellas destaca por nada en particular, ni por técnica, ni por temática. Aún así, Deverell forma parte de la historia del prerrafaelismo, y de la pintura británica en general, y victoriana en particular, así que él también merecía un capítulo, aunque sea breve.


Walter Howell Deverell ‘A Pet’, exhibited 1853
"Una mascota" (1853), que formaría parte de la moda del retrato a cuerpo entero de la época. No se sabe bien si la mascota en cuestión es el pájaro que tanto parece querer la joven, o el perro que duerme a sus pies sin que, aparentemente, ella haga caso alguno. La pintura fue encontrada en su casa cuando Deverell falleció, y Burne-Jones y su esposa decidieron adquirirlo muchos años después (1895), al recordar que el pintor fue, si no miembro de la Hermandad, sí del movimiento que inició. Les recordaba un tiempo que ya había pasado para siempre.

"Noche de reyes; acto II, escena IV". Aunque no es una obra excepcional, tiene muchas cosas a resaltar: es uno de los primeros cuadros prerrafaelitas basados en una obra de Shakespeare, es la primera en la que aparece Elizabeth Siddal como  modelo -a la izquierda del todo, de rojo, como Viola vestida de Cesario-, y también se puede ve retratado -más bien, autorretratado-, el mismo Deverell, enmedio, como Orsino, y a Rossetti, a la derecha como bufón. Tal vez, Deverell se burlaba un poco de Rossetti, pintándolo como un personaje burlesco, y a él mismo, como protagonista, al lado de Siddal, de la que, todos lo sabían, se enamoró en cuanto la vio. 

"El simulacro de boda entre Orlando y Rosalinda", fue otra incursión en el universo shakesperiano. En este caso, en la comedia "Como gustéis".

"El loro gris" (1852-3), otra de sus últimas obras, o más bien, una de las pocas que realizó siendo pintor profesional, que se dedicaba al arte realmente en serio. Siempre quedará la duda de hasta donde podría haber llegado.

jueves, 7 de abril de 2016

Los prerrafaelitas (XXXVI): La Hermandad en el cine y la televisión.

Aunque sólo sea como una visión superficial, cómo han sido retratados los miembros de la Hermandad en la gran, o la pequeña pantalla.


Ya llevo ni sé cuanto tiempo hablando del prerrafaelismo, y todo tipo de personas que de alguna forma estuvieron con este movimiento relacionados. así que en ocasiones resulta un poco difícil que más comentar. Sin embargo, como últimamente, ni tengo tiempo para el blog, ni tampoco estoy demasiado inspirado para nuevas ideas o temas, prefiero seguir con uno que cuando comencé, apenas conocía, pero en el que, con el paso de los meses, me he ido sumergiendo y conociendo cada vez más. Dentro de lo que cabe, se entiende.
Un sub-tema, digámoslo así, que todavía no había apenas tratado era el hablar de los prerrafaelitas, o al menos de los miembros principales de la Hermandad, y otros personajes con relación directa con ellos -familia, miembros posteriores, amantes, esposas, modelos, críticos...- en el cine y la televisión. Sin hacer una lista exhaustiva, porque tampoco resulta fácil cómo o dónde buscar, hay, al menos, tres casos en los que no es que exista algún tipo de influencia simplemente estética del prerrafaelismo, sino que son varios, o al menos uno, de sus fundadores -Rossetti, Hunt, Millais- los protagonistas. O al menos, personajes de cierta importancia.
Aquí, al menos cuatro casos en que el prerrafaelismo saltó al mundo audiovisual, con mayor o menor fortuna -eso, lo dejo al gusto de cada cual-. Como se puede ver -o leer-, menos en el primero, fueron producciones de la BBC, en el caso de "Effie Gray", también se trata de una película de producción británica pues la Hermandad, y el prerrafaelismo en general, a partir de principios del siglo XX, no sólo fueron olvidados, sino también arrinconados a la hora de hablar de la historia del arte europeo. De ahí, que sean considerados, dentro y fuera de Gran Bretaña, como una especie de "arte patrio", y las series o largometrajes que de ellos se realizaban iban dirigidos, básicamente, al público británico:


"Effie Gray" (2014): Un drama de época, donde la protagonista resulta ser un personaje secundario de la historia de la Hermandad.

Como dice el título, "Effie Gray" (1828-1897), con Dakota Fanning de protagonista -no me extenderé en el nombre de los actores, porque en el cartel aquí reproducido se pueden leer, y sería un poco pesado-, relata la historia de Euphemia Chalmers Gray -nombre de soltera-, conocida como Effie, primero apellidada Ruskin, después Millais. Fue la esposa del crítico John Ruskin, el descubridor y protector del movimiento prerrafaelita -al menos, en sus primeros tiempos, cuando eran unos completos desconocidos, con poco dinero y muchos planes a punto de irse al garete-, pero la verdad es que Ruskin podría ser uno de los mayores expertos en arte de Gran Bretaña, y quizá de Europa, pero aparte de ser mucho mayor en edad que Effie, también era bastante aburrido y, por lo que se contaba y se ha ido descubriendo -y en ocasiones, más o menos suponiendo-, un individuo asexuado, o con una sexualidad entre infantil e inmadura -de ahí, el posible amor que sentía por su "protegida" Rose La Touche, a quién comenzó a educar en su casa cuando era apenas una niña-, incapaz de mantener relación sexual alguna con su esposa, que acabó odiándolo, o al menos despreciándolo y cansándose de él. Y como Ruskin sentía, más o menos, lo mismo por su mujer, que prácticamente acabó siendo más una carga que otra cosa, decidió quitársela de encima conservando su buena imagen social, haciendo -más bien facilitando- que acabara teniendo algo más que una buena amistado con su protegido Millais, el miembro de la "santísima trinidad" prerrafaelita que más le interesaba -artísticamente hablando, se entiende-, y con el que parecía entenderse mejor -entre otras cosas, porque el carácter de Millais era más tranquilo y "civilizado" que el de sus compañeros-. Realmente, el cómo transcurrió todo, sigue siendo un hecho bastante oscuro, o al menos no del todo aclarado, en la vida tanto de Millais, como de los otros dos protagonistas de tan extraña historia.
Parece que Millais se enamoró de ella casi al instante, lo que, entre otras cosas, le hizo olvidar a Lizzie Siddal, que en ese momento había dejado de ser su modelo, y que era eso y más de Rossetti. Effie tampoco es que tuviera que pensárselo mucho, la verdad, y en poco tiempo, y por mucho que a la madre de Ruskin no le hiciera mucha gracia un divorcio de su hijo -el que dirán, y todo eso-, finalmente, Effie Ruskin acabó siendo Effie Millais, aunque para la historia, siempre sería Effie Gray.
Aunque no tanto como Siddal, Gray acabó siendo un personaje que parecía sacado de la novela romántica, y como tal, al menos en parte, se le ha acabado tratando y considerando. La época Victoriana ha sobrevivido hasta la actualidad como un tiempo quizá un tanto ultraconservador y cerrado a la diferencia o a la independencia femenina, pero también fascinante, y algo parecido a unos años en que existían unas costumbres, valores, progreso tecnológico continuo, y explosión cultural, que hoy en día nos parecen tan perdidas como atrayentes. Tal vez, esa época Victoriana, como la Belle Époque francesa, han acabado siendo para nosotros como una nueva Edad de Oro, tan perdida como idealizada -y por tanto, en parte, falsa-, parecida a lo que la Antigüedad greco-romana o la Edad Media debieron parecer a no pocos hombres y mujeres de esos mismos tiempos.

Un cartel de la película, con la protagonista, y tras ella, la Ofelia de Millais -haciendo referencia al cuadro más importante de dicho pintor, porque la modelo fue Siddal-.

Effie Gray, en un retrato de Millais.


Un par de imágenes de la película.

Respecto a la película en sí misma, y según alguna crítica que he leído, está muy bien ambientada, no resulta nada difícil sentirnos como si hubiéramos viajado a aquellos años del XIX. Sin embargo, no deja de ser una película muy británica, para bien o para mal, y puede parecernos algo lenta, con unos modales o un comportamiento por parte de los personajes que nos puede parecer anticuados, pero es que, precisamente, así es como debería ser: el comprender que si Effie, Ruskin o Millais se comportaban como se comportaban, era por ser hijos de su época. Algunos la consideran un "dramón de época" -lo de "época", expresión un tanto curiosa, más bien significa "siglo XIX"-, o una historia de amor, drama y sentimientos de los que van por dentro -normal; ¡son victorianos!-, pero si se tiene interés por la Inglaterra neocentista, y ver a un personaje del "mundo prerrafaelita" secundario, como Effie Gray, como protagonista, con Millais y Ruskin alrededor suyo, puede resultar atractiva.


"Dante's inferno" -El infierno de Dante- (1967): Un trabajo para la BBC, donde se visualiza, de forma realista y cruda, la relación entre Rossetti y Siddal.

Se trata de una película para televisión, en cierto modo un capítulo de una serie de documentales en forma de largometrajes sobre personajes históricos de toda índole, "Omnibus", que se irían realizando durante décadas. Obra del director Ken Russell, realizada en 1967 para la BBC, y subtitulada como "La vida privada de Dante Gabriel Rossetti, pintor y poeta". Russell ya realizó un documental sobre la hermandad, "Old Battersea House" (1961), sobre la mansión del mismo nombre, transformada en museo, donde se puede disfrutar de una variada colección de obras de dicho movimiento. Pero "Dante's inferno" no sería un documental en sí mismo, sino un largometraje para televisión, de hora y media, donde se contaría la vida personal de Rossetti, y su difícil relación con la enfermiza y delicada Lizzie Siddal, las relaciones sexuales que tendría el poeta y pintor con sus modelos, el sufrimiento y soledad de Siddal, tras una primera época en que recibió la influencia y disfrutó de las enseñanzas y la parte más positiva de Rossetti -que podía ser, ciertamente, un hombre encantador, con grandes dotes de persuasión, pero también celoso e insoportable-. En ella se pueden ver también a Hunt, Millais, Ruskin, Morris, Burne-Jones, las modelos Cornforth -amante de Rossetti, con la que se encontraba la noche en que se suicidó Siddal y Annie Miller, su hermana Christina, etc.
La película es en blanco y negro, y resulta evidente que la BBC de la época no podía contar con un gran presupuesto, pero resulta tan atractiva como, en ocasiones, un poco siniestra, aparte de que, al tener la grabación original casi cincuenta años, el sonido se ha resentido, igual que la calidad de la imagen. Precisamente, el hecho de retratar la vida de unos artistas que adoraban la luz y el color, sólo con una gran gama de grises, resulta un tanto desasosegante, ayudando a ponernos en el lugar tanto de Rossetti como de Siddal, a la hora de hacernos a la idea de su sufrimiento emocional, psicológico, en una vida que, como el largometraje, acabó perdiendo su color. Es una película un poco -o más que un poco- difícil de ver, pero para amantes del cine de autor, la pintura, y los interesados en los personajes, es una obra de culto. No hay más que ver las webs llenas de fotografías realizadas a partir del telefilm original.

Russell-dante-inferno-.jpg
Judith Paris -Lizzie Siddal-, y Oliver Reed -Dante G. Rossetti-, protagonistas de "Dante's inferno".


Siddal, como modelo y musa, personificación del espíritu medieval.


Rossetti enfrascado en su trabajo, la mejor forma de tener sus demonios más o menos controlados.

Desconozco si debió traducirse o subtitularse en español, pero estoy casi seguro de que no. Se puede encontrar completa, aunque dividida en dos partes, en youtube, con subtítulos, pero si no se sabe inglés, resulta un poco difícil de seguir. A no ser que se conozca la historia. Entonces, el comprender en su totalidad los diálogos, o al narrador de tan truculenta y sentimentalmente desaforada historia, por lo demás, muy victoriana, no se hace tan estrictamente necesario.

Un trailer -no oficial- con un montaje musical sobre la película.


"The love school" (1975): La primera serie sobre la Hermandad.

La BBC volvió a tratar el tema de la Hermandad años después. Pero no se trató de una película para televisión, sino de una serie de seis capítulos, de setenta y cinco minutos de duración cada uno -lo que es bastante para una serie, aunque en aquella época se realizaban "series de prestigio", de pocos episodios, pero gran presupuesto, y que eran más largos de lo normal-. La serie era en color, con inversión económica, y que no resultaba en parte documental, ni obra de autor. En este caso, además, Rossetti no se lleva casi todo el protagonismo, sino que también Millais sería personaje principal de un par de episodios. Otro personaje normalmente medio olvidado, y que aquí tendría su importancia, sería William Morris, que sin  haber llegado a ser pintor de éxito, tuvo gran importancia a la hora de mantener unidos a los miembros originales de la Hermandad -él, junto a su amigo Burne-Jones, entraron más tarde-. además de ser defensor y ejemplo de lo que se llamaba "nueva artesanía", y uno de los primeros en intentar poner en práctica las ideas del socialismo primitivo de finales del XIX, donde ya se veía la división entre el "científico" o marxista, y el anarquista o libertario. Él parecía más cera del científico, pero en lugar de pensar en serio en cambios radicales de gobierno, prefería construirlo desde abajo, en su fábrica.
La serie también se emitió en Estados Unidos, con el título de "La Hermandad", pues debieron pensar que "La escuela del amor" no describía de forma demasiado fiel de qué iba la serie -de forma bastante acertada, por lo demás-.
Se puede comprobar, al comparar ambas series, pero también en la división en seis capítulos más largo de lo normal, y al centrarse en la vida sentimental de los miembros más que en su obra, que "The love school" influyó, y no poco, en "Desperate romantics", así como en el libro en que la última serie se basa, aunque cada una tiene personalidad propia, debido también, a las distintas épocas  -más de treinta años, entre una y otra-, en que se emitieron. A destacar, el trabajo de un joven Ben Kingsley interpretando a Dante G. Rossetti.

Amor schoolannie.jpg
Holman Hunt y Annie Miller, haciendo que el pintor no esté mucho por seguir pintando "La luz del mundo", una de sus obras principales.


"Desperate romantics" (2009): Los prerrafaelitas recobran el color, para una nueva generación de televidentes.

En este tercer caso, ni se trata de un largometraje para la gran pantalla, ni una película-documental para televisión, sino una serie de seis capítulos, donde no hay un protagonista en particular, sino los tres miembros fundadores de la Hermandad, además de otros muchos personajes reales que giraron a su alrededor. También fue un trabajo para la BBC, y tuvo relativo -aunque descendente- éxito, al menos, en su país. En realidad, no está basada en un guión original, sino en el libro de Franny Moyle del mismo título, en español, "Románticos desesperados", que probablemente no sea el más idóneo. En este caso, he visto la serie completa, y si bien resulta atractiva -al menos, es en color, con música atractiva y buen sonido, unas, en general, también buenas interpretaciones-, hay algún que otro detalle que me chirría. En realidad, no son detalles, sino características importantes de la serie en sí.
Una de las cosas que no acabé de comprender fue el personaje de Fred Walters, porque no existió realmente. Walters existió en el libro original, donde la historia de los prerrafaelitas eran tratados como personajes de novela, y parece que su función es algo así como uno que sirve de unión de los demás, de explicación de por qué pasa tal o cual cosa -también realiza la función de narrador, que nos explica el por qué tal o cual personaje se comporta o hace esto o lo otro-. Creo que, quizá, Walters, por sí mismo, sustituye a otros personajes -personas reales, todos ellos-, que, en el caso de salir en la serie, podrían ser un tanto confusos, y prefirieron que finalmente hubiera menos protagonistas, y ocupara cada uno más tiempo, en lugar de que otros secundarios aparezcan y desaparezcan aquí y allá. Él es el que presenta Lizzie Siddal a los miembros de la Hermandad, lo que en la realidad hizo el pintor Walter Deverell, probablemente, el prerrafaelita menos conocido -murió joven, y sin dejar ninguna obra conocida-, y del que, por cierto, todavía no he hablado. También fue el que realiza el trabajo de cronista no oficial del movimiento, además de tontear con la poesía, que en realidad fue lo que hizo, más o menos, el hermano de Dante, William Michael, en la revista "The germ". Y respecto al que cenó con Rossetti y Siddal la noche en que ella se suicidó, fue Swinburne, el poeta, el que supo por boca de Rossetti que no iba a dar clases de pintura a una escuela de estudiantes adultos, sino a pasarla con su amante Cornforth. Pero imagino que, siendo ellos posibles personajes secundarios, resultaba mejor -o encontraron más conveniente, a mí, personalmente, me habría gustado más que se hablara de ellos- sustituirlos a todos por uno solo, que finalmente nos parecerá tan real como todos los demás.

Millais, Walters (su amigo imaginario), Rosssetti y Hunt, en "Desperate romantics".

          

   

 
Las tres parejas de la serie -y de la realidad-: Siddal con Rossetti; Millais con Gray; Holman Hunt y Miller. 

Tampoco aparece Christina Rossetti, que fue más importante en la vida de su hermano de lo que podría pensarse, además de ser una más que apreciable poeta, y me llamó la atención que Dante Rossetti apareciera en la exhumación del cadáver de Siddal, para recuperar sus poemas -de ella, y no de él, como se afirma en la serie-. Aún así, y dejando aparte si se refleja mejor o peor sus vidas, o si se da más importancia a su vida sentimental que a sus cuadros o dibujos, o si una década o más parece reducida a dos o tres años en la serie, es una buena forma de ver, poder oír, moverse y comportarse como hombres y mujeres de carne y hueso, a los que, tras leer sobre ellos, y contemplar su obra, se nos aparecen un poco como sombras, o como personajes que queremos ver reales, pero que no acabamos de darles vida, más allá de sus retratos o autorretratos. 
Eso sí, para los puristas, o los amantes del prerrafaelismo que conocen la vida de sus admirados miembros, o a los conocedores del Londres victoriano, tal vez tengan que hacer cierto esfuerzo a la hora de dar por buenas ciertas licencias -así pensaron los críticos, de televisión o no, al verla-, pero es mejor que nada. La Hermandad no es que se haya prodigado mucho ni en la gran ni en la pequeña pantalla, precisamente.


Una especie de anexo: ¿Influencia de la pintura prerrafaelita en el cine? Ofelia, en "Hamlet".

Aquí, como una especie de anexo o simple curiosidad, se puede ver a Jean Simmons, en el "Hamlet" de Laurence Olivier (1948). ¿El director, o el guionista, o el director de fotografía, o cualquier otro, se dejaron influir por la obra de Millais? No hay nada que de muestre ni eso, ni lo contrario, pero para cualquiera que haya visto la "Ofelia" del prerrafaelita, le viene a la mente a la pobre Siddal, flotando en el río, como una princesa desesperada, o en su caso personal, como una joven modelo vestida con un vestido viejo, en una bañera llena de agua fría.