viernes, 16 de octubre de 2015

El Coloso Apenino: Un dios de piedra escondido en el jardín de una villa de la Toscana.

Una tierra donde siempre es posible encontrar una nueva maravilla que visitar.


Curioseando en la red, sobre la bella Italia.

Estaba leyendo las webs de diversos diarios y revistas, y no recuerdo bien en cual -tal vez en la de "El País", de España, pero no estoy seguro- me encontré con algo que, a primera vista, no sabía bien si se trataba de una escultura real, una obra creada mediante la magia de la informática, o una mezcla de ambas cosas. O sea, a partir de una estatua real, crear una obra que no existe como tal en la realidad.
Pero sí, sí que existe. Se trata del Coloso Apenino, que tiene un nombre que ni pintado, pues es realmente enorme, y tiene un nombre que recuerda la cordillera que atraviesa la península itálica de norte a sur. O viceversa, según por donde se mire.
La estatua -el "Appenine Colosus", en su nombre en latín- se encuentra en la Villa de Pratolino, en la Toscana, muy probablemente la región más hermosa de Italia, y donde la belleza de Florencia, Siena o Pisa ocultan otros tesoros y sorpresas sin duda menores, pero que por sí solos, en caso de tener tiempo y oportunidad para ello, también valdría la pena conocer y visitar en persona.
La villa fue construida durante el Renacimiento, en la población de Vaglia, una población pequeña, de unos cinco mil habitantes, cercana a Florencia -unos doce kilómetros-. En gran parte demolida durante 1820 -en todo momento histórico, y en todo lugar, siempre ha habido gente que no ha sabido ver lo que ahora llamaríamos "patrimonio histórico y artístico", y han arrasado con todo lo que tenían por delante, considerándolo viejo y caduco-, y tras pasar de mano en mano, y transformado con el tiempo en un "jardín ingles", ahora forma parte de la Villa Demidoff -del príncipe Paolo Demidoff, uno de sus últimos dueños, que la adquirió en 1872-, aunque actualmente pertenece a la provincia -no del municipio, pues Vaglia es población independiente- de Florencia, que tiene abierto el jardín monumental desde mayo a octubre.
Pero como dice el título de la entrada, no es la villa -jardín, más bien-, creada por deseo y orden de Francesco I de Médici, Gran Duque de Toscana -anteriormente, su familia sólo habían sido algo así como grandes señores, burguesía, pero sin título nobiliario hereditario-, que se lo regaló a su amante veneciana, Bianca Capello, con quién acabó casándose en 1579 en el mismo jardín, sino de una extraordinaria y, como mínimo, llamativa y gigantesca estatua que se encuentra en ella: El Coloso Apenino, o "Appenine Colosus".


El gigante de cuerpo entero, que lo mismo parece nacer de su Madre Tierra, como presidir el jardín desde un trono de piedra, o vigilar desde las alturas, más allá del lago.

Una visión, de cerca, del rostro del gigante. El cabello y la barba, de aspecto pétreo, se realizó con lava y cemento.

La escultura tiene más de diez metros de altura, y aprovecha una formación natural de piedra, donde había una gruta en su interior, para crear este dios de la tierra, que parece nacer de ella -se asemeja a un ente mitad de carne, mitad de piedra-, y que recuerdo, como su propio nombre indica, a la Cordillera de los Apeninos, que atraviesa Italia de parte a parte, de norte a sur -o viceversa-. El autor de semejante coloso fue el escultor francés -aunque italiano de adopción- Giambologna -o Jean Boulogne, en francés, lengua materna del artista-, que amplió la gruta interior, construyendo tres pisos, ventanas bajo la barba y a la altura de las axilas, y hasta el equivalente a una chimenea detrás de la nariz, para que pudiera salir humo por los agujeros de ésta, creando, sobretodo de noche, un espectáculo apoteósico.
La única parte de la escultura que no está cincelada sobre la roca viva es la cabeza, que se creó a base de ladrillo y estructura de hierro. Además, el cabello y la barba se crearon con lava y y cemento, lo que da aspecto pétreo, pero al mismo tiempo vivo, húmedo, ardiente. Visto desde lejos, sí que parece, un dios pagano, anterior a cualquier gran civilización antigua, que se resiste a desaparecer, tal como lo hizo, supuestamente, la antiquísima y olvidada religión de la que era deidad suprema.
Cuando murió Francesco Médici, se dice, la mayoría de las estatuas fueron trasladadas a la ciudad de Florencia. Y allá se encuentran, que se sepa, todas -aunque aquí, quizá pueda equivocarme-, detrás del Palacio Pitti. Pero, evidentemente, el coloso no pudo ser trasladado, porque formaba parte de la roca viva. El abandono del jardín, como es de suponer, pudo afectarle, pero sólo durante poco tiempo. Al pasar de mano en mano, los sucesivos dueños, que se dieron cuenta del tesoro que tenían allá, lo conservaron, hasta que parecía que, de nuevo, el abandono, esta vez definitivo, podría reducirlo a una sombra de lo que fue. Pero no. Al menos en este caso, las administraciones reaccionaron, y hoy en día se puede visitar y disfrutar de su visión, de poder verlo, tocarlo, y perderse en sus entrañas de roca tal como pudieron hacerlo, hace casi cinco siglos, Francesco Médici y Bianca Cappello.


Un plano donde se puede ver un corte de la escultura, y hacerse a la idea de todo lo que se puede encontrar en sus entrañas.

Una maqueta, en el museo de la ciudad de Vaglia, donde se puede conocer más la historia, características y secretos del Coloso de piedra.

Como es de imaginar, el Coloso Apenino llamó la atención de no pocos viajeros románticos, muchos de ellos artistas -o al menos, así se consideraban ellos- que lo pintaron y dibujaron, ayudando a hacerse una idea de cómo era el jardín de la Villa Pratolino -que es como la gente del lugar prefiera conocerla- en el siglo XIX.

Depende de donde se observe la escultura, el Coloso se asemeja a un dios naciendo de la Tierra, observando a los insignificantes humanos, que no puede evitar admirarlo en toda su grandeza.


Un retrato, más moderno, en lápiz y tinta. Aunque lo ha buscado, no he podido encontrar el nombre del autor.


Aunque una parte de la información la encontré en Wikipedia, en gran parte la hallé -además de saber del Coloso a través de ella- en la web "La brújula verde", de la que dejo un enlace.

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