domingo, 29 de junio de 2014

Cuando ver un cuadro te hace sentir algo en tu interior: un par de obras clásicas del maestro alemán Caspar David Friedrich.

Esta será una entrada bien corta, consistente, básicamente, en reproducciones de dos cuadros que considero geniales. El primero, ejemplo de romanticismo de ambientación natural, aunque el personaje central más bien parezca haber entrado en un mundo de fantasía. El segundo, un cuadro clásico para cualquier persona que sienta atracción por todo lo que se da por llamar cultura gótica, que es mucho más amplia -e, incluso para los que no son góticos, como es mi caso, aunque siempre he tenido interés por la literatura de este tipo- de lo que la gente tiende a pensar. Y no sólo amplia, sino también tan diversa como fascinante.
Ambas corresponden a un mismo autor: el pintor alemán Caspar David Friedrich (1774-1840), representante principal de la corriente pictórica del Romanticismo en general, y del alemán en particular, y artista -y ciudadano- que vivió entre el siglo XVIII -el de las luces, que también llegaron a territorio germano- y el XIX -el de la Revolución Francesa, y las guerras napoleónicas-. Es, por encima de otro autor romántico, el mejor paisajista de todos ellos, e ilustrador -para la eternidad- de cualquier relato gótico de aquella época, y de otras posteriores, además de figura respetada, casi venerada, por todos los que iniciaron las distintas ramas del Posromanticismo: Parnasianismo, Prerrafaelismo, Simbolismo, o Decadentismo.
Por cierto, la primera imagen no es original suya, pues la obra fue destruida -o desapareció, porque no está claro- en 1945, acabando ya la Segunda Guerra Mundial. Esta copia se encuentra en la actualidad en el National Gallery de Berlín.



"El cementerio de Cloister nevado" (1817-9; era normal que los pintores de aquella época tardaran más de un año, o dos, en acabar un cuadro. Además, era común que, mientras tanto, pintaran, o comenzaran, otros).



"El caminante sobre el mar de nubes" (1817-8). ¿Existe una imagen más clara de lo que debió ser el espíritu romántico para los europeos del primer cuarto del siglo XIX? ¿No resulta lógico, que después de los horrores de las guerras napoleónicas, todos ellos -franceses, alemanes, españoles, británicos, rusos...- tuvieran una extrema necesidad de vivir y sentir, por encima de todo?


Muy bien, pues la próxima vez, prometo más texto. Lo que es ahora mismo, como que me encuentro un poco más ocupado de lo que querría, pero todo se andará.

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