viernes, 24 de agosto de 2012

Michel Bernanos: el hombre civilizado vs. la naturaleza salvaje.

Semiolvidado, ejemplo de la literatura de terror francesa.


Nuestro hombre. Y la habitual introducción.

Michel Bernanos, muy probablemente, no sea un nombre que diga mucho a la mayoría de la gente de hoy en día. Y eso, incluyendo a los aficionados a la literatura de terror y, por extensión, de fantasía y de ciencia-ficción -si bien, no son pocos los aficionados a este último género que guardan ciertas distancias de los dos anteriores; personalmente, no sólo veo que, en muchas ocasiones, los aficionados al terror-fantasía se interesan por la CF, es que no creo que tenga que haber problema alguno en disfrutar y ser aficionado de, cuantos más géneros literarios, musicales o cinematográficos, mejor-. Probablemente, esto sea por dos razones:
*La primera, porque Bernanos hijo -pues su padre, Georges Bernanos, también fue escritor, y con más fama que su vástago- no ha sido nunca demasiado famoso fuera de sus fronteras. Y eso, a pesar de haber sido traducida su obra más famosa e importante, "El otro lado de la montaña" -"La montagne morte de la vie", en su versión original- fue traducida al inglés, y gozado, temporalmente, de cierto renombre en Norteamérica.
*La segunda, al menos a mi entender, es porque gran parte de la literatura de género -y por extensión, también el cine, la televisión y el cómic- es considerado patrimonio casi exclusivo del mundo anglosajón, esto es, Estados Unidos y Gran Bretaña -con permiso de Canadá, Australia, Nueva Zelanda e Irlanda, aunque este último país sea, étnica y culturalmente celta-, por haber sido ellos en ocasiones los inventores, al menos en su forma más moderna y comercial, o, cuanto menos, sus máximos representantes. Eso, y la potencialidad de la lengua inglesa, y el poder económico y político de estos dos países, y su facilidad para extender su cultura -en muchas ocasiones, como si fuera de un único país- a nivel mundial. Sin embargo, igual que los alemanes destacaron en la fantasía y el terror literarios desde el siglo XVIII, los franceses, además, lo hicieron en la CF, y lo han seguido haciendo hasta ahora. Realmente, recuerdo que, de niño, podía encontrarme casi tantos libros de CF francesa en las tiendas -y ahora, de segunda mano, en los mercadillos, a los que soy tan asiduo- como anglosajona.
Bien, quizá habría que explicar, antes que nada, la vida de nuestro hombre -el primer escritor del que hago una entrada, por cierto-, pues no deja de ser importante para entender la extraña obsesión que tenía por una naturaleza no ya salvaje, sino opresiva, destructiva y, en cierto modo, hasta justiciera, castigadora de un género humano que previamente se ha introducido en unos espacios donde esta misma naturaleza se había refugiado, se había reservado para sí, y donde, como último reducto virgen, deberían haber sido respetados por unos humanos que ya no respetan nada.
Bernanos, como ya se ha dicho, era hijo del también escritor Georges Bernanos. Éste, hijo de artesanos, y por tanto, parte de una familia obrera sólo mínimamente acomodada, ex-soldado de la I Guerra Mundial, crítico con la burguesía y la democracia, y ferviente católico anti-laico, fue capaz de lograr una gran fama con obras como "Bajo la sombra de Satán", "Memorias de un cura rural", o "Diálogos de carmelitas". Por el título de dichas obras, casi se podría decir que habría querido ser sacerdote, y tal vez fuera así. Vivió un tiempo en Mallorca con su mujer y sus seis hijos, fue simpatizante de Falanje -uno de sus hijos, no Michel, fue miembro de dicho partido fascista- y de Franco, y su levantamiento contra la República. Pero cuando vio el terror que ejercían los rebeldes contra la población civil, en pocas semanas dejó de tenerles simpatías. En cuanto pudo, emigró con su familia al Brasil, donde tuvo su propia granja -lejos de carreteras y ferrocarriles, sólo con su mujer y sus seis hijos, y sus vacas y cebúes, como él mismo escribió-, y desde donde criticó, finalmente, al fascismo y el nazismo, al gobierno títere de Vichy y, finalmente, dando su apoyo a De Gaulle y sus tropas antifascistas. Tres de sus hijos, además, participaron activamente en la guerra, del lado de los aliados. 
Michel ya había disfrutado, y al tiempo sufrido, la salvaje y frondosa naturaleza de América del Sur. Primero, en Paraguay -muy probablemente, alguna zona casi despoblada del Chaco, al norte del país-. Después, Brasil, donde su hermano Ives estuvo a punto de morir por ayudar a un misionero indio mentalmente trastornado que deseaba convertir al cristianismo a los miembros de tribus perdidas en lo más hondo de la selva. Su paso por la guerra fue como miembro de la tripulación de un submarino, tras lo cual volvió con su familia a Brasil. Pero tras la muerte de su padre, decidió marchar de nuevo a Francia -1948-, e instalarse en Gentilly, a las afueras de Paris. Y de allí ya no se movería en el resto de su corta vida.
Ya había practicado el arte literario con algunos poemas, cuando rondaba los quince o dieciséis años, pero fue al llegar a Francia, donde pudo dedicarse profesionalmente a ello -editoriales, público, la posibilidad de escribir en su propio idioma sin necesidad de ser traducido-, fueran pequeñas novelas -novelettes, que decían los franceses, y por influencia, los españoles y anglosajones; más que novelas cortas, relatos largos, de entre ochenta y poco más de cien páginas, como la Carmila de Le Fanu-. Siempre utilizó seudónimos, Michel Talbert-Michel Drowin, para las distintas editoriales en que escribía. También participó de alguna forma en el mundo editorial y en el cine -un pequeño papel en la película "Un comdamné à mort s'est échappé" -se podría traducir como "Un condenado a muerte ha escapado", de Robert Bresson.
Sin embargo, su obra principal, la que lo consagró como un clásico de la literatura francesa, "Al otro lado de la montaña", no sería publicada hasta después de su muerte, en 1967. Bernanos se casó y tuvo una hija, aparentemente no se ganaba del todo mal la vida, pero la muerte de su madre fue un duro golpe para él, que ya había tenido dos intentos de suicidio en 1963. Quizá esto fue la espoleta que le condujo a su fin, pues se quitó la vida en 1964, a los cuarenta y un años de edad, apareciendo muerto en  el bosque de Fontainebleau.


Su obra. Naturaleza eterna, impracticable, invencible...

La obra principal, cuyo título original se podría traducir como "La montaña muerta de vida", no deja de ser difícil de comprender y adaptar a otros idiomas, porque no sabemos bien si es que la montaña está muerta, si es que lo muerto es la vida -aunque después descubrimos que no es así, porque está llena de vida vegetal- o es que nadie es capaz de vivir -entiéndase por "nadie", a humanos y animales- durante mucho tiempo. Eso es lo que descubriremos a medida que la vayamos leyendo.
La historia se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera, el protagonista, un joven del que no sabemos el nombre, y que ejerce como narrador, y su amigo Toine -cocinero del barco en que ambos navegan- ven como lo que parecía una travesía en el océano por razones no demasiado claras -piratería, se podría pensar- se transforma en una masacre que acaba primero con la vida del capitán debido a un motín, y del resto de su tripulación, sea por hambre, canibalismo -no se recrea en este episodio, pero tampoco nos oculta toda la bestialidad a la que llega el ser humano puesto en una situación límite-, la violencia y, finalmente, una tormenta que hunde el barco, y deja a los dos protagonistas de la historia como únicos supervivientes en medio de unas aguas desconocidas, sin comida ni agua, agarrados a los restos de la nave que poco antes los transportaba. En principio, se le podría considerar una mezcla de novela iniciática, y relato de aventuras marinas, como los de Stevenson. Sin embargo, poco a poco, se nos da a entender que la historia tomará unos derroteros todavía más siniestros y oscuros, como en un cuento de terror marino, como "Las aventuras de Arthur Gordon Pym", de Poe; o los relatos de William Hope Hodgson, maestro en mezclar el mar y lo marino con el terror y el misterio.

Lo que se encuentran los protagonista de la historia: un mar de sangre sobre un cielo plomizo.

Así, poco a poco, vemos como la narración se vuelve más y más sombría, oscura e inquietante. Aparecen fenómenos naturales que de eso mismo, de naturales, tienen bien poco, hasta acabar en una isla que el título original en francés nos da a entender que no contiene vida, pero que sólo es cierto en parte. La vida existe, desde luego, de forma abundante y exuberante, pero sólo vegetal. Ni un solo animal, tampoco ningún ser humano de carne y hueso... pero sí gran cantidad de esculturas de piedra de hombres y mujeres de todas las edades, y con un realismo estremecedor. Algo realmente extraño, al no encontrar más restos de civilización que la que correspondería a un pueblo que viviría, más o menos, como en el paleolítico. Pero más terrorífica parece esa vida vegetal que parece contener algún tipo de inteligencia, y que se diría que obedece a una fuerza superior infectada de un mal antiguo y absoluto. Por alguna razón que no acaban de entender, los personajes, que no pueden escapar de la isla por no poseer embarcación alguna, ni tiempo o herramientas para construirla, deciden atravesar la cordillera que parte en dos a la isla, para pasar así al otro lado. No hay una explicación ni clara ni lógica de el por qué eso les salvaría, pero deciden pasar allá, y entonces...
Bueno, entonces, mejor no seguir, porque, de alguna forma -no me gustan los spoilers- la narración perdería su gracia.
Esta historia no sería publicada hasta tres años después de su muerte. Y, esta vez sí, con su auténtico nombre. Nada de seudónimos. También se publicarían otros cuentos más cortos, pero de temática parecida. Tal es el caso de "El susurro de los Dioses", "Al otro lado del espolón", o "Arrancaron su imagen". En ellos se vuelve a la lucha entre seres humanos contra la naturaleza desbocada, que siempre acaba devorándolos o destruyéndolos, dejando para el futuro nada más que mudas ruinas de olvidadas civilizaciones, incluyendo una en el que la locura y la barbarie -canibalismo y sacrificios humanos incluidos- es borrada por una selva harta de violencia y refinada crueldad humana. La misma selva destruye los edificios y extermina a la humanidad corrompida. Una auténtica justicia quizá no divina, pero sí telúrica, enviada por la misma Tierra.
Una parte importante de estas historias son inéditas en español -al menos, en España; tal vez se haya editado algo en Hispanoamérica- aunque "Al otro lado de la isla" -traducción directa de su versión en inglés, no de la original en francés, tal vez por su oscuro significado- no resulta difícil de encontrar. Creo que resulta interesante leer a un autor tan "pictórico", tan realista a la hora de describir lo que no parece real. Nunca se sabrá qué más habría escrito en caso de haber vivido más tiempo, ni las razones reales de que se intentara suicidar tres veces, consiguiéndolo finalmente a la tercera -que va a la vencida, se supone-. Probablemente, como él decía, siempre vivió a la sombra de la fama de su padre -considerado hasta hoy como un escritor de considerable trascendencia a lo largo de todo el siglo XX-, pero, actualmente, es él el que mejor a aguantado el paso del tiempo.

Lo más terrible de la naturaleza descrita: su creíble descripción.

Y hasta aquí puedo contar. La próxima, quizá vuelva por senderos franceses, pero no para referirme a un escritor galo, sino a parte de su arte de la historieta, sólo comparable -si hablamos de cómic no francés, sino franco-belga, e incluimos a los muchos extranjeros, sobretodo españoles, que en él han trabajado, y siguen trabajando; la crisis no para de enviarlos para allá- a los Estados Unidos, y a Japón.


jueves, 16 de agosto de 2012

"El cazador de las estrellas". (Un relato original).

El problema de dejar hacer un blog a según quién: que a falta de otra cosa, le dé por "publicar" allá sus propios relatos cortos.


Bien, en esta ocasión, no se trata de una entrada sobre un tema determinado -música, cómic, etnografía, o cualquier otra cosa que me pueda venir a la mente; y eso incluye la traducción, o la publicación de un texto ya traducido de antemano, u originalmente en español, de un autor cualquiera, conocido o más o menos anónimo-. No, esto es algo distinto. Ya que, al fin y al cabo, me ha dado por tener la no sé si buena idea de tener blog propio, pensé "¿Por qué no publicar alguno de los relatos cortos que he ido escribiendo durante estos últimos años, y que guardo en mi ordenador o mi memoria extraíble?". Pues de eso se trata.
Se trata de una historia que sería el equivalente, en extensión, a un folio, y, dentro de lo que cabe, se le podría considerar ciencia-ficción. Bien, no tiene sentido tanta introducción para tan poco texto, así que, sin más historias, ahí va:


EL CAZADOR DE LAS ESTRELLAS.
(Antes llamado "Los biologicidas").

 Morlin levantó la mirada para observar al rinoceronte lanudo que estaría a no menos de cinco o seis metros de distancia. Era un animal realmente imponente. Por lo menos mediría casi cuatro metros de largo y no mucho menos de dos de alto. Era extremadamente peludo, cubierto por una enorme mata de cabellos marrones que le protegían del terrible frío de la última glaciación que estaba sufriendo la Tierra. Su único cuerno, por sí solo, medía casi un metro de largo, y podía ser un arma terrible si el animal decidía atacar en caso de sentirse en peligro, o simplemente observado por algún enemigo. Si así era, el rinoceronte se transformaba en un auténtico vendaval de fuerza bruta, y pocos seres en el mundo serían capaces de sobrevivir a su terrible embestida.
Pero Morlin no era un ser de este mundo. Y eso jugaba a su favor. Su traje elástico recubría todo su cuerpo, excepto la cara, y aunque era extremadamente fino y cómodo, calentaba más y mejor que el más cálido de los abrigos de pieles. Sus guantes y botas también resultaban prácticos y pegados al cuerpo, pero le protegían de ventiscas y temperaturas que solo los animales más adaptados al medio eran capaces de soportar. En sus manos, el cazador tenía un arma que podríamos considerar una especie de carabina, más parecida a un fusil de mirilla telescópica usado por francotiradores que una auténtica escopeta de caza. Evidentemente, para abatir piezas de caza mayor, no cabía más remedio que utilizar las armas más mortíferas.
 Morlin levantó su fusil, observó por la mirilla, disparó con la seguridad del cazador experimentado que practica su arte por placer y no por simple necesidad o defensa propia, y abate, de un solo y certero disparo, a la enorme bestia que no tuvo tiempo más que de observarlo con escasa curiosidad.
Al momento de caer mortalmente herido al suelo aquella enorme montaña de carne y pelo, Morlin escuchó una voz familiar pero molesta, debido a su irritante costumbre de opinar y, en muchos casos, de pontificar y querer sentar cátedra, sobre temas que solo conocía superficialmente o por los que, paradójicamente, no tenía apenas interés.
-¿Es que no te cansas nunca de cazar? Ya me tienes harta, siempre que hacemos algún viaje interplanetario durante nuestras vacaciones, tienes que traerme a algún mundo primitivo lleno de bestias y pasarte el día persiguiéndolas y matándolas.
-Ya está bien, mujer. Siempre quejándote, pero nunca dándome ninguna alternativa. ¿Qué tiene de malo la caza? Es un deporte excitante que te permite conocer otros lugares, mundos exóticos y fauna que ya hace mucho que no existe en nuestro pequeño mundo.
-Ya, no me extraña –exclamó su mujer-. ¡Como no va a ser así! Todos los hombre del mundo, no importa como seáis, tenéis la misma obsesión por la caza. Da lo mismo lo que hayamos avanzado en tecnología, en artes o en la ciencia. Siempre acabáis cogiendo un arma y disparando al primer pobre animal que veis por ahí. Aunque no me extraña, al fin y al cabo, casi todos los avances e inventos que disfrutáis son invenciones o mejoras de las mujeres…
-Aquí hay caza abundante, y no existe ninguna civilización que nos ponga pegas con leyes proteccionistas. ¿Has visto lo más parecido a vida inteligente que tienen aquí? ¡Sólo unos bichos bípedos, sucios y melenudos, que no saben hacer otra cosa que arrancarse piojos y morderse y atacarse entre sí!
-¡Qué despreciativo eres! ¡Dales tiempo a evolucionar! Seguro que sus descendientes serán mucho más respetuosos con la fauna y con la naturaleza de lo que somos nosotros, y pensarán en lo hermoso que sería tener entre ellos a todos estos animales que estamos ayudando a extinguirse. Me gustaría verlos de aquí a unas docenas de generaciones, y seguro que podrían darnos lecciones de protección del medio ambiente. ¡Con razón nos llaman los biologicidas, los destructores! ¡Qué espanto se llevarían los habitantes de este mundo en el futuro si llegaran a conocernos!

La presa en cuestión. Lástima que ciertos "amigos de las actividades cinegéticas" nos dejaran sin él.

Bueno, es sólo esto, pero el hecho de poderlo publicar, aunque fuera en mi propio blog, ya resulta una novedad para mí.
Otro día, más.





miércoles, 15 de agosto de 2012

Jaime Hernández, la mitad del Universo de "Love and Rockets".

El creador de "Las locas" Maggie y Hopey, genio del llamado cómic alternativo norteamericano.


El cómic es un asunto de familia.

No hace tanto que escribí una entrada sobre Peter Bagge, que, con su "Odio" -"Hate", en el original-, y otras obras, tanto posteriores como primigenias, fue, y sigue siendo, una de las grandes figuras del llamado cómic alternativo -sea lo que sea que eso signifique- tanto de Estados Unidos, como a nivel mundial. Al fin y al cabo, de yanquilandia llega una parte considerable de nuestra cultura popular, se quiera reconocer o no. Desde luego, habría otros nombres que añadir a la lista, si nos atenemos que, por esa etiqueta, no incluiríamos a gente como  Crumb o Shelton, que dibujaron, principalmente, en los 70. Serían, más bien, autores -guionistas y dibujantes/ilustradores al tiempo, aunque a veces colaboran en pareja, cada uno con un trabajo predeterminado, pero influyéndose el uno al otro- de los 80 hasta ahora. Irrumpiendo con historias que no trataran con el sempiterno -y muy respetable, y con auténticas obras maestras, quede claro, pero un tanto repetitivo ya- mundo de los superhéroes -o, en los últimos tiempos, también zombies, vampiros, etc.-. Al contrario de lo que se podría pensar, no eran gente que huyera ni de la cultura popular, ni del humor, ni del poder hablar de la vida de la gente común sin, al mismo tiempo, resultar amenos y fáciles de leer.
 Las últimas generaciones de estos autores, a partir del año 2000 darían paso a lo que ahora llamamos "novela gráfica", que no siempre es norteamericana o británica -véase el "Persépolis" de la iraní, y francesa de adopción, Marjane Satrapi-. Etiqueta -¡otra vez las etiquetas, tan típicas del mundo editorial y musical anglosajón; algún día me extenderé un poco más en esto; eso sí, lo reconozco, ¡cómo me gusta usarlas, por favor!- que se ha colocado también, y a posteriori, a la obra de los Hernández bros. -brothers-, Bagge, Alan Moore, Frank Miller y otros autores, de una forma, en ocasiones, un tanto arriesgada -ellos mismos, en ocasiones, reconocen que no creen haber hecho nunca "novela gráfica"; o, al menos, no siempre, y aún menos, a sabiendas-.
Bien, basta ya con el preámbulo -gran defecto mío, enrollarme como una persiana- Hablemos del señor Jaime Hernández. O mejor dicho, de los hermanos Hernández, porque son tres, aunque desde hace años, son sólo dos los que se dedican a este mundillo -enorme y extraordinario mundillo sin fronteras claras y en constante expansión- que es el de la historieta.

La primera portada de "Love and Rockets" de 1981, con portada de Jaime. Teniendo en cuenta que la hizo un chaval de veintipocos años, principiante, y que aprendió a dibujar de forma autodidacta, no está nada mal.

Los Hernández nacieron en la población californiana de Oxnard, una población que, actualmente, tiene poco más de un siglo de antigüedad, y donde casi 3/4 de su población, de unos 200.000 habitantes, está compuesta por hispanos o latinos -básicamente, mexicanos o sus descendientes, algunos, con varias generaciones en Estados Unidos-, y donde los escasos blancos -un 15% de la población total, más o menos- que no viven en sus propias urbanizaciones, asiáticos -chinos y japoneses, bastante presentes en la obra de Jaime-, negros o nativos, viven tan mezclados con la gran mayoría mexicana, que se podría decir que, sin dejar de ser culturalmente estadounidenses, se han latinizado en mayor o menor medida en su casi totalidad. Allá, en una familia de cuatro hermanos y una hermana -él, el menor- recibieron de pleno la influencia de la cultura popular anglosajona -una cultura, por lo demás, que racismo aparte, acostumbra a ser bastante abierta para acoger a los que están dispuestos a adoptarla-: el cómic, el cine, y la música. Lo que se llama, cultura pop. Y a finales de los 70 y principios de los 80, lo que más pegaba en los USA fue el punk, incluso tiempo después de que en su país originario, los UK dicho movimiento musical ya fuera casi historia -con permiso de los Clash, y de los llamados "siniestros", antecedentes, al menos en parte, de los actuales góticos, como Siouxie and the Bhansees-.

Cartel conmemorativo de los 30 años desde la publicación del primer número de "L&R" con una temática, como no, musico-punkera.

 Los tres hermanos más interesados en el cómic -Jaime, Berto/Gilbert, y Mario- decidieron que leer historietas estaba muy bien, pero llegado el momento y a cierta edad, lo que más gusta, es ser no sólo consumidor, sino también creador. Aprovechando que vivían en un lugar y una época en que el "hazlo tú mismo" -la parte más práctica y positiva de un movimiento normalmente bastante nihilista como el punk, que en Gran Bretaña no pasó de ahí por su escasa duración- era una alternativa bien real, decidieron publicar su propia revista: "Love and Rockets". ¿Por qué este nombre? No he podido leer la razón en ningún sitio, pero creo que, si se leen las historias de, al menos, Jaime -y de Mario como guionista y, en ocasiones, dibujante o  entintador-, se descubre el por qué: las primeras historias de la saga de "Las locas" tenían como protagonista a Maggie -Margaret, Margot, Perla, Maggie la Loca, Canija...; a lo largo del tiempo, se le llamará de distintas formas- Chascarrillo, mecánica de naves espaciales, robots y demás cachivaches futuristas. Y esta joven tendrá como amor platónico a su jefe y compañero Rand Race, pero también -y cada vez más, hasta ser algo definitivo, aunque con altibajos- a su compañera de piso, Hopey -o Hope, o Esperanza, que es su auténtico nombre- Glass. Y en aquellos tiempos -muy principios de los 80-, tener como protagonista de un cómic a una joven lesbiana, o al menos bisexual, con algo de sexo explícito -aunque no basando la historia en ello, y siempre sin caer en el mal gusto, y digámoslo así, "por exigencias del guión"-, eran palabras mayores.
 Love and Rockets fue, desde luego, un soplo de aire fresco para el cómic americano, como también la revista Weirdo, de Robert Crumb y, más tarde, de Bagge, o la también alternativa Zab Comics. Es probable -no es que los norteamericanos lo reconozcan a menudo, pero creo que fue así- que también recibieran la influencia europea, sobretodo francesa y belga, pero también italiana -Hugo Pratt, entre otros- o incluso española, aunque, más bien, de los españoles que trabajaban en y para editoriales franco-belgas. Y el hecho de que la revista francesa -o europea, más bien- Metal Hurtlant se publicara en el mundo anglosajón con el nombre de Heavy Metal -con cierta participación autóctona, pero seguía siendo la original francesa-europea- provocó que una industrial editorial un tanto anquilosada empezara a mirar hacia otros horizontes. Pero no nos engañemos, los primeros números de Love and Rockets, en toda Norteamérica, y eso incluía Canadá, apenas pasaba de los 20.000 -con suerte, en algunos casos 30.000- numeros vendidos. Y eso, en un territorio gran consumidor de cómic. Pero eso no impidió para que tuvieran seguidores, que reclamaban la re-impresión de los inencontrables números atrasados, y que dieran el salto a Inglaterra. De allá, a ser fichados por Fantagraphics -sí, la editorial de Bagge, y de un montón de clásicos recuperados, que en gran parte, dudo que lleguen a publicarse por aquí, a no ser a precios casi prohibitivos-, sólo había un paso. Así, desde 1981 a 1996, la revista se fue publicando, al principio con un número variable de páginas, y sin una perioricidad clara -dependiendo, simplemente, del material que lograran hacer en determinado tiempo; si era mucho, podían hacer un número con más de setenta páginas; si era menos, con cuarenta y pocos; esto hacía que el precio, como el número de páginas, también variara-, y más tarde, de forma más "profesional" -la editorial era un tanto "sui generis", y bastante liberal, pero no dejaba de ser una empresa-, publicando Fantagraphics todo lo realizado por Jaime en 15 volúmenes de mayor extensión, siguiendo menos de un año después con otros cinco volúmenes. Y eso, hasta ahora, porque no parece que Jaime esté dispuesto a dejarlo estar.


Las cuatro protagonistas principales de "Locas": Izzi Ortiz, Maggie, Hopey y Penny Century.

La obra capital de Jaime Hernández: Las locas. Desde 1981 hasta ahora.

Bien, hasta ahora, todo ha sido una mínima presentación de nuestro hombre. Ahora, una vez que se ha explicado mínimamente en qué consistía su revista, creada y  publicada junto a sus hermanos Beto y Mario  -principalmente, el primero-, habría que explicar el por qué resultaría interesante leer su obra. Podría decirse que ésta es una sola, Las locas, pero al tiempo, diversa, alambicada, con multitud de personajes principales y secundarios, formando todo un universo que, en ocasiones, es también el de su hermano Beto, que en la revista común, creo uno propio, aunque no contradictorio -más bien, compartido-, el de Palomar, un pueblo de un país indeterminado de Latinoamérica -más probable en Centroamérica que en el sur de México, donde se le supuso al principio-, de donde sobresalió un personaje en particular, Luba -la reina de las mujeres- con su multitud de hijos, sus grandes pechos -no es morbo, es que es algo que llama la atención desde el primer momento- y un martillo como método simple pero eficaz para resolver los problemas -o para pulverizarlos, según se mire-. Luba, y toda su numerosa y en gran parte femenina familia -porque los universo de los Hernández bros. son femeninos y feministas, sin ser excluyentes del sexo masculino- finalmente no sólo tendrían una larga vida propia, sino también su propia revista. Pero eso es otra historia, que tal vez tarde en explicar, porque todavía soy un neófito en el mundo del hermano Beto/Gilbert.
En principio, las historias de Maggie Chascarrillo -el apellido tiene guasa, aunque los que no conocen el español difícilmente lo encontrarían llamativo, más allá de cómo les sonara al intentar pronunciarlo- eran, claramente, una mezcla de ciencia-ficción, con acción y amoríos, digamos, bisexuales, pues desde el primer momento se ve cómo Maggie está enamorada de su jefe Rand Race, y, al tiempo, convive y es algo más que amiga de su compañera, la escocesa-colombiana Esperanza Glass, alias Hopey -de Hope, esperanza en inglés; algunos juegos de palabras, o apodos de los personajes, son bastante fáciles de comprender con que se tenga cierto conocimiento de inglés y español al tiempo; hay que tener en cuenta que hablamos de un autor que se encuentra entre dos culturas: la hispana y la anglosajona, y pertenece a ambas al tiempo-. Una y otra son mecánicos de robots, naves espaciales -o vehículos aéreos, porque realmente nunca llegan a navegar por el espacio- y demás aparatos futuristas, pero, si en principio vemos historias claramente fantásticas, con dinosaurios incluídos, más adelante se va volviendo más realista, conociendo a toda la familia, amigas y conocidas de Maggie, a su novio temporal Ray -artista siempre fracasado, amante también fracasado... en fin, un desastre de hombre, que poco a poco tendrá su importancia como personaje semi-independiente-, su más o menos amigo anglo Doyle -todavía más perdido que Ray, que al menos intenta algo con Maggie, y más adelante, con una amiga de ésta, la afroamericana Danita; y que acaba de mal en peor por no ser capaz de tener idea de qué hacer con su vida-, su amiga Penny Century -Penélope Beatriz García, una rubia que se tiñe de moreno, porque en realidad de jovencita ya lo era, casada con un misterioso multimillonario de aspecto más o menos "demoníaco", y que no se sabe bien si es una ninfómana, el colmo de la inocencia, o que, simplemente, está como una cabra, y que vuelve loco a cualquier hombre, pues es mujer de buen ver, aunque experta en enredar a cualquiera en sus ininteligibles historias-, su también amiga y casi hermana mayor Izzi -Isabel- Ortiz -antigua miembro de la banda de las Viudas Negras, escritora de novelas de terror, casi protectora de Maggie y Hopey desde que son niñas, y que no se sabe bien si es víctima del mismísimo demonio o que, simplemente, tiene una mente tan calenturienta que le impide comportarse como una persona normal-, o su tía Vicky Glory -luchadora profesional de lo que aquí se llama Pressing Catch- y su rival eterna -y gran amiga de Maggie, que la admira sobremanera- Rena Titañón, la Toña -luchadora no sólo en el ring, sino también en la vida real, contra toda clase de villanos y tiranos, y que en un principio tendría importante participación, y se nos explicaría gran parte de su vida-.
 Algunos de estos personajes, por no decir la mayoría, irán aparenciendo también de forma independiente, y llegarán a tener una personalidad cambiante y cada vez más interesante, entre saltos temporales donde se les podrá conocer más a fondo, a distintas edades, y se sabrá cada vez más sobre sus orígenes, y el por qué de su carácter.
Pasado el tiempo, Jaime abandona todo lo que tenga que ver con la ciencia-ficción, y si a veces hace referencia al mundo de los superheroes -de forma a veces simbólica, en otras, como homenaje a la importancia que éstos tienen en la cultura popular norteamericana, o para contar historias de formas distintas y llamativas, y teniendo muchas veces como protagonista a Penny Century, obsesionada desde adolescente con ser, precisamente, un superheroe; lo único que su rico marido, Costigan, el de los cuernos de demonio, no le puede ofrecer-, para asentarse en una serie ininterrumpida y complementaria de relatos, más cortos algunos -e, incluso, casi anecdóticos-, más largos otros, como "La muerte de Speedy", donde el tal Speedy del título -un amigo y medio novio de la infancia de Maggie- se transforma en protagonista de una historia sobre amoríos, bandas, peleas referencias culturales que da una imagen de lo que es el mundo chicano del sudoeste de los Estados Unidos, y donde el personaje de Ray empieza a tener creciente importancia.
Las historias se alargarían, como ya se ha dicho, durante años. En total, en España se editaron tres volúmenes que serían como 850 páginas, más o menos, y que incluiría todo lo publicado en el primer Love and Rockets hasta 1996, excepto alguna historia corta con otros personajes -también Beto publicó en la revista una biografía de Frida Kalho, y las historias de un personaje tan curioso, y del que no he podido encontrar información por mucho que haya buscado, conocido como Errata Stigmata, y que parece recibir cierta influencia del mundo gótico, o pre-gótico, por ser de principios de los 80-. Más adelante, con las historias nuevas, llegaría un cuarto tomo, que lleva el nombre de la simpar y curvilinea Penny Century, que incluiría una historia más o menos independiente, pero parte del universo Locas -por llamarlo de alguna forma-, pues sus dos protagonistas son personajes secundarios en algunas de las historias de Maggie cuando está con su tía Vicki, la campeona de Pressing Catch y rival de la Toña, pues éstas -una luchadora joven pero inocente que quiere formar parte de su compañera, mayor que ella, madre y esposa, pero relativamente mediocre, aunque eso signifique no poder progresar en su carrera- también son parte de tan singular y emocionante mundo.


Que el wrestling -o lucha libre americana- tiene un espacio y atención considerables en la obra de Jaime, está claro. Incluso, existe una historia independiente, "Whoa, Nelly", publicada independientemente, y en España, junto a las historias de "Penny Century" -con ese nombre- y otras anteriores.

 Pero, para el que piense que ya no había gran cosa que contar, Jaime, con un dibujo quizá algo más esquemático, o no dedicándole tanto trabajo  a los fondos de las viñetas -aunque éstos sigan siendo importantes-, y acercándose un poco al estilo de su hermano -siempre hubo influencias mutuas-, siguió con las aventuras, sólo aparentemente rutinarias, siempre sorprendentes a pesar de su supuesto realismo, con unos personajes que ya rondan los cuarenta: un Ray Domínguez que va malviviendo mientras recuerda todas sus ex- amantes mientras no encuentra hacia donde ir; una Maggie que, descubrimos, está separada -y de quién, pues no deja de ser un personaje nuevo, ese extraño y hasta el momento desconocido, ex-marido-; una Hopie que acaba tieniendo con Maggie una relación de idas y venidas mientras decide asentarse en su trabajo de camarera de barra en un bar; y un personaje nuevo, y más joven: Vivian, una chica extremadamente atractiva, malhablada y con una voz horrible -de ahí sus apodos: boca de alcantarilla, o de rana- deseada por Ray, y que se pega a Maggie cuando no tiene a nadie más con quién hablar, pero que desaparece con la misma facilidad con que aparece en su vida. No me extiendo más por si alguien decide descubrir estas y otras historias por su cuenta. Este último material aquí se vende en dos tomos -que quizá, como en USA, acabe en uno sólo-: "El fantasma de Hoppers", y "La educación de Hopie Glass". Y que haya material nuevo, imagino, sólo será cuestión de tiempo.


Maggi Chascarrillo en diversas épocas de la historia de Locas, desde la mecánica futurista de 18 años, hasta la mujer de 40 que todavía busca asentar su vida.

La sinpar Penny Century: inocente, amiga imprevisible, amante insaciable, fantasiosa y alocada. Y todo un carácter, así que mejor no tocarle a sus amigas.

Más allá de Hoppers, y el mundo de Maggie.

Bien, hasta aquí, el llamado "Universo de las Locas", o de Hoppers, que es el barrio -o más bien, la pequeña ciudad suburbial, parte del "Gran Los Ángeles", con sus 12 millones largos de habitantes, y que no deja de ser una forma literaria de la Oxnard natal del autor. Pero como ya se contó antes, los Hernández, antes de separarse, trabajaron juntos durante años, llegando muchas veces a ayudarse, a influirse, a querer ser igual que su otro hermano a la hora de hacer mejor tal o cual cosa que se le daba de maravilla al otro. Dejando la ayuda en guión, rotulación y fondos de su hermano Mario, que finalmente acabó dejando el mundo del cómic, y que antes de eso ya había publicado algunas historias propias, Jaime se dejó influir en la capacidad de Berto de realizar historias realistas, largas y con mayor influencia cultural latina. Mientras, Berto siempre admiró la facilidad de su hermano a la hora de dibujar mujeres atractivas, y cómo era capaz, en su habitua blanco y negro, de jugar con las luces y sombras, dar a sus personajes y fondos una línea clara que permite admirar los geniales trazos con que los retrataba -de ser europeo, probablemente se le habría incluido entre los autores de la línea clara, como Hergé, o dentro de autores más actuales, el francés Chaland, o el español Daniel Torres-.

Portada de Mister X -aunque no de Jaime o Beto-, proyecto que abandonaron por algo tan simple como no cobrar por su trabajo.

 Ese trabajo conjunto no sólo fue en su revista donde, al fin y al cabo, aunque hubiera influencias y colaboraciones, y a pesar de ver algún guiño al conocedor de la obra de ambos, cuando se puede encontrar a uno de los personajes de Berto en una historia de Jaime y viceversa, ellos también realizaron una historia juntos. Se trata de "Mister X", donde ambos hermanos -con la ayuda de Mario en rotulación" se hicieron cargo tanto de guión como del dibujo. Pero los problemas a la hora de cobrar sus honorarios con la editorial Vortex, obligaron a que la historia de este extraño personaje -una especie de arquitecto insomne, gracias a una droga que le permite estar despierto las veinticuatro horas de forma indefinida, que se cree culpable de que el extraño diseño de los edificios de la ciudad donde vive, de estilo más o menos a lo Bauhaus o constructivistas, puede llegar a enloquecer a sus habitantes- tardara tiempo en volver a salir a la venta -esta vez, con dibujo de Seth, y guión de Dean Motter-. Aún así, necesitaron de más autores para acabar, años después, la historia, y eso que, en principio, realmente prometía. En España Norma lo publicó en un solo volumen, tanto la parte de los Hernández como la posterior, pero no incluye una última serie de la historia, publicada por Dark Horse -una editorial, al menos, más seria; y con más dinero, que eso también cuenta-.

Aparte, Jaime, gran ilustrados además de historietista, ha realizado otros muchos trabajos. Como una historia corta donde, vuelve a tratar el tema de los superheroes -o superheroínas, más bien-, pero muy a su modo: "Las primas Controla" -así, en español-. Esta es su primera página.

Las primas Controla, un respiro fuera del universo "Locas".

Y aquí, un enlace para poder leer la historia completa, que yo sepa, inédita en castellano -está en inglés, pero no hay mucho texto, y tampoco resulta complicado para quién tenga cierto conocimiento del idioma-. También permite copiarlo.

Pero también se ha dedicado a la ilustración pura, como en este cartel del programa de radio de Bob Dylan "Theme time radio hour", donde cada personaje o grupo de personajes que se pueden ver en él -y hay una buena cantidad- corresponden a las voces que se oyen en cada apartado o sección del programa.


Recomendable el aumentar el tamaño de la reproducción del cartel, lleno de personajes.

También se ha dedicado a crear portadas y contraportadas, primero, de discos -para entendernos, los legendarios y, aparentemente, ya lejanos en el tiempo vinilos de color negro, de esos que se rayaban con tanta facilidad, y que siempre teníamos que cuidad de que no se nos rompieran ni cogieran polvo-, y más adelante, de Cds. En su mayoría, como no, de punk-rock y otros grupos alternativos. Al fin y al cabo, él fue el que mejor supo representar en cómic la movida punkera norteamericana de finales de los 70 y principios de los 80 y que, en menor medida duró hasta principios de los 90, cuando en Gran Bretaña ya no era más que historia -cierto que los grupos de punk-rock o power-pop norteamericanos, como Green Day y Offspring acabaron, y el movimiento y su estética en sí mismos, acabaron siendo asimilados al sistema capitalista y a cierta parte del "meanstream" que aparentaba no serlo, pero, aún así, no dejaron de conservar un inconformismo, generalmente, bastante genuino-.


La portada y contraportada del último disco de "Coyote man", un grupo británico -eso sí, con grandes influencias de la música popular mexicana- con el que colabora Jaime, que les conoce personalmente, y a quién han dedicado más de una canción.


La portada de "White flags of winter chimneys", del grupo de power-pop -o pop acelerado, como también se le llama- Wendy & Lisa.


Y si has colaborado con grupos de gente a la que no conocías, incluso de otros países, ¿cómo no hacer la portada del de tu propio hermano Ismael? Los Hernández, además de una hermana, eran cuatro hermanos, e Ismael era el único que, teniendo también -¿cómo no?- inquietudes culturales, no se dedicó al cómic, sino a la música. Alternativa, claro.


Incluso, se ha llegado a hacer un CD recopilatorio dedicado a la obra de Jaime, aunque, según algunos críticos -y conocedores del mundo "Locas"-, en gran parte se trata de rock alternativo de los 90 y principios de los 2000 que no acaba de cuadrar con la música de la que se hace referencia en las aventuras de Maggie, Hopey -la más punkera de las dos-, y compañía.


La portada de la "musiquización" de "Love and Rockets".

Además, Jaime experimentó con algo tan norteamericano -y tan desconocido por estas tierras- como son las tiras diarias de un periódico de renombre. Resulta algo difícil, pues no podía jugar con el tamaño y colocación de las viñetas, se editó en forma de libro en color -algo realmente raro en su obra, carteles aparte- y con mucho texto explicativo. Más o menos, correspondería a los últimos tiempos de Maggie, rondando ya los cuarenta, y con su heroína, Rena Titañón, ya con setenta.


Una serie de tiras para "Funny Pages", la revista dominical del "New York Times". Las tiras diarias, en revistas o periódicos, todavía es algo común en USA por parte de autores reconocidos, "alternativos" incluidos.

También es un autor requerido para especiales y recopilatorios. La revista "Strange Tales", que se dedica a publicar historias humorísticas o alternativas de superheroes, realizadas por autores que, normalmente, no se dedican a ello, contó con él y con su hermano para un par de relatos. En su caso, "Love and the Space Phantom", con la mujer invisible, de los 4 fantásticos, como co-protagonista -porque el fantasma del espacio del título, que se sepa, es invención suya.

Incluso, en sus ratos libres -si es que los tiene-, realiza portadas para revistas que no tienen apenas nada que ver con el comic, como la revista cultural neoyorkina "Village Voice", que le dedicaba un artículo.


Y aquí, una imagen de él mismo, con sus personajes:

La de la izquierda del todo es Daphne, la amiga japonesa, y la de la derecha con cara de asco, la atractiva pero susceptible Terry, la primera pareja de Hopey, la única que triunfa en la música, empezando como rebelde punk, y acabando como cantautora en locales pequeños, guitarra acústica incluida.

Y hasta aquí hemos llegado. Si esta entrada es más larga, es porque, siendo éste un artista gráfico, creo que valdría la pena dar a conocer parte de su obra en general, y no sólo historietística. De todas formas, desde hace unos seis o siete años, casi todas sus historias están disponibles -excepto las tiras diarias y algunos relatos cortos, de los que antes he hablado; como "Las primas Controla", o su colaboración con "Strange Tales", pero poco más. Y en la red, es fácil encontrar multitud de imágenes de las que vende el original, pero se puede copiar sin problemas. 

viernes, 3 de agosto de 2012

Los señores -y señoras- de las cumbres: los circasianos.

Circasia: misteriosa, irreductible, heroica y -pese a quien pese- muy viva.


Montañas inaccesibles, pueblos indomables.

Como ya se ha comprobado, me resulta difícil dedicarme a escribir sobre un tema en particular, desechando el poder hacerlo sobre otros muchos. Y este es un ejemplo. Desde siempre me ha interesado la historia, así, en general, y cuando te da por leer -más bien, casi estudiar de forma autodidacta- la historia humana, también acabas adquiriendo conocimientos de ramas del saber más o menos cercanas a ésta, como son la geografía física y humana, la antropología y la etnografía. He aquí un caso. Desde hace ya tiempo me dio por intentar conocer, aunque fuera superficialmente, la multitud de pueblos y lenguas de la antigua Unión Soviética, y no teniendo suficiente con el inmenso espacio eslavo -lo que serían Rusia, Ucrania y Bielorrusia, aunque no es su totalidad, sino en las zonas donde los eslavos son amplia mayoría- me interesé sobremanera por el Asia Central, el Cáucaso y la Transcaucasia -la zona más al sur: Armenia, Georgia y Azerbaiyán-, y la inmensa Siberia, desde los Urales -muro entre Europa y Asia- a la lejana Vladivostok  en la costa del mar del Japón.
En esta modesta entrada, será uno de los pueblos del Cáucaso de los que más se llegó a hablar y escribir en la Edad Media, y en épocas posteriores, hasta mediados del siglo XIX, hasta que, a partir de ese momento, y hasta principios del siglo XX -más o menos, recién acabada la I Guerra Mundial- acabó por ser olvidado, como si, falsamente, se hubiera extinguido casi al completo. Se trata de los circasianos; en su momento, el más importante y numeroso de los pueblos de las montañas del Cáucaso Occidental.


Para los interesados en la etnografía y las lenguas exóticas, es un paraíso. Para la mayoría, un galimatías ininteligible.

Hoy por hoy, se puede decir que los circasianos, como los armenios, son un pueblo no ya dividido geográficamente, si directamente disperso entre diversos estados, no siempre fronterizos unos con otros. Esta diáspora, aunque menor que la de éstos, o la de los judíos o los chinos, no deja de ser grande, y en principio, para quién no conoce su historia reciente -por reciente, me refiero a los dos últimos siglos-, un tanto desconcertante. Si son un pueblo originario de las montañas caucásicas, o sea, del extremo sur de Rusia, ¿por qué gran parte de este pueblo vive en la actual Turquía? ¿Y por qué existen colonias suyas en Siria, Jordania, Israel y más que seguramente -aunque no se sepa nada de ellos- en Egipto o Líbano? Se puede entender, que también exista una pequeña colonia en Estados Unidos, ¿pero qué hacían comunidades circasianas en Kosovo o Bulgaria? Todo esto tiene una doble explicación: la gran huida de sus tierras ancestrales durante el siglo XIX, y el hecho de que, al mismo tiempo, el Imperio Otomano favoreciera su inmigración masiva.
Nadie es capaz, realmente, de quienes fueron los primeros antepasados de los actuales circasianos. Algunos antropólogos -rusos incluidos- creen que descienden de una migración de pueblos originarios de Anatolia, de la actual Turquía asiática, ocurrida hará, por lo menos, 3500 años, quizá hasta 4000. Es de suponer, entonces, que eran habitantes del legendario y todavía semidesconocido Imperio Hitita, la Hatti de los egipcios de épocas faraónicas. Sin embargo, no parece que fueran hititas auténticos, sino más bien alguno de los pueblos vasallos de un estado, por lo demás, bastante poco cohesionado y centralizado, y donde lo que ahora llamaríamos "minorías étnicas" tenían un amplio autogobierno. Mientras pagaran tributo, claro está, y no se levantaran contra el señor de señores. Probablemente tuvieran algún parentesco -o incluso formaban parte íntegra- de las tribus gasgas, que vivían al norte del Imperio Hitita, lanzando periódicos ataques contra éste, y sólo dominados -y parcialmente- durante los períodos de máximo esplendor de dicho estado. O, quizá, con el enigmático reino de Azawa, poblado por la igualmente misteriosa etnia luvita, muy al oeste de Anatolia, y probablemente con contactos con la legendaria Troya, y que, tiempo después, cayó bajo los ataques de los misteriosos Pueblos del Mar -el nombre que le dieron los egipcios y los pueblos de Oriente Próximo a los aqueos, los primeros griegos que atacaron e intentaron formar colonias en tiempos de la guerra de Troya, o inmediatamente después-.
Sin embargo, es posible que de aquella zona sólo llegara una pequeña cantidad de inmigrantes, pero inmigrantes civilizados, urbanos, y que ejercieran un gran poder e influencia sobre los pueblos que se encontraron en las montañas caucásicas, o en la actual Georgia. De ahí, a transformarse en sus príncipes y nobles, sólo había un paso. Parece algo difícil de creer, pero en la más lejana Antigüedad -y antes todavía, en el Neolítico- la cultura, el conocimiento de la agricultura, de la doma del caballo, de la forja de metales, o de ser capaces de transformar aldeas aisladas en una pequeña ciudad, transformaban a algunos individuos o pequeñas comunidades, aunque fueran de origen claramente foráneo, en líderes políticos y sociales.
Pero eso, ya es otra historia.
Pasados los siglos, se empezó a hablar de una multitud de tribus montaraces que iban desde el Mar Negro hasta el Caspio, y desde la llanura rusa -cuando todavía Rusia no existía, y los eslavos apenas habían empezado a salir de las zonas pantanosas o boscosas de la actual Bielorrusia, o el norte de Ucrania, que se supone su tierra ancestral- hasta Armenia -por aquel entonces, un gran reino, que incluso llegó a ser un enemigo de cuidado para la Roma republicana-. En principio, no fueron capaces de formar reinos o repúblicas, ni contaban con ciudades de importancia. Los romanos no tuvieron demasiado interés en dominarlos, aunque a veces les atacaban para impedir que se pasaran de la raya y atacaran provincias o vasallos suyos. Antes que ellos, los griegos sí que habían tenido cierta relación con ellos, por lo menos, con la gente de la costa, y eso significó cierta influencia cultural. Y fue una relación antigua. La famosa leyenda de Jason y los Argonautas, y el Bellocino de Oro, no fue más que una expedición -de saqueo y piratería, por mucho que los griegos posteriores lo contaran como una travesía de simpáticos y enamoradizos aventureros- de griegos aqueos, contra el misterioso y casi olvidado reino de la Cólquida, en la actual costa de Georgia. Eso fue hace mucho tiempo, pues a la gente de Jason se le consideraba como la generación anterior a los que participaron en la Guerra de Troya, y eso es como decir que ocurrió, aproximadamente, hace 32 o 33 siglos. Pero más al norte de Colquida, por lo que se decía, sólo vivían salvajes, igual que hacia el este. Al oriente, vivían los llamados iberios -nada que ver con los íberos de la actual Península Ibérica- o íberos del Cáucaso, y los albaneses -nada que ver con el pueblo de los Balcanes-; y más al norte, los alanos. Probablemente, los primeros eran los antepasados de los georgianos del interior; los segundos, con los azerbaiyanos -aunque éstos tengan bastante sangre turca; más bien, fueron los primeros habitantes del país-; y los terceros,  emparentados con los persas, de los osetios, el único pueblo cristiano de aquella montañosa zona.
Mucho después, los romanos del Bajo Imperio sintieron los ataques de los sármatas, que vivían en la actual Ucrania, y en Moldavia. Y detrás de ellos llegaron otros muchos guerreros a caballo, que apenas conocían la vida en ciudades, la agricultura o la escritura. A todos se les llamó alanos, pero es de suponer que habría entre ellos gran variedad étnica y lingüística. Pero los romanos, exceptuando a auténticos intelectuales como Tácito -autor de la "Germania", donde trataba sobre aquella lúgubre y fría región-, no estaban muy interesados por la antropología, y aquella gente, sólo resultaba interesante como aliados -mercenarios, a falta de soldados autóctonos- o como esclavos. Y si no recibían ataques suyos, ni se podían servir de ellos, pronto los olvidaron.
El Imperio Bizantino, sin embargo, en parte los cristianizó, pero el islam acabó con su cristianismo ortodoxo pronto. Sin embargo, lo que entendemos como integrismo islámico, poco pudo extenderse entre gente que no tenía interés ni en la alta cultura que algunos musulmanes aprendieron de persas y bizantinos -romanos, los llamaban ellos-, ni, tampoco, extender su nueva fe por medio de la yihad. Como los tuaregs, tan aparentemente distintos a ellos, prefirieron mantenerse en sus montañas, divididos en tribus, subdivididas a la vez en clanes, absorbiendo influencias de bizantinos, eslavos -el país de Rus, el primer estado eslavo de la actual Rusia, con centro en Kiev: la Kieva Rus-, persas, armenios, árabes, o cualquier otro pueblo que por allí pasara. En lo que sí destacaron, fue como mercenarios, aunque tampoco eran demasiado amigos ni de marchar por demasiado tiempo al extranjero, ni en instalarse en tierra extraña.
Así estuvieron, como pueblos más o menos independientes, teóricos vasallos del Imperio Otomano, sucesor del Bizantino, o de la cada vez más poderosa Rusia zarista, sufriendo siempre las sangrías de los ataques, o compras, de jóvenes de ambos sexos, para servir como soldados del sultán los primeros, o como esposas, concubinas o simples esclavas, las segundas. Si ya se conocía a los primeros como guerreros terribles, en aquella época se empezó a conocer a las segundas como mujeres de una belleza extraordinaria. Y a veces, lo que parece una suerte, se transformaba en desgracia y pérdida de libertad. Aún así, no pocas se beneficiaron de su papel en el serrallo, colocando a sus hijos en el trono, favoreciendo la eliminación de tal o cual visir o alto funcionario, o, incluso, provocando la caída de un sultán, o el tener en la sombra más poder que cualquier hombre de la Sublime Puerta, la corte otomana.

El guerrero ecuestre -una estampa representativa de combatiente total-.

Todo este período iría desde la Edad Media, hasta bien entrado el siglo XIX. A partir de ahí, su historia cambiaría para siempre. El Imperio Otomano, conocido como "el enfermo de Europa" -ahora, parece que son otros enfermos, los que débiles y vituperados, cada vez tienen menos energía para defenderse de fuerzas más oscuras que los ejércitos y los embajadores-, ya apenas ejercía poder alguno. Y Rusia, después de su importantísimo papel en la derrota de Napoleón, y de haber engullido Finlandia y media Polonia tras el Congreso de Viena de 1812, decidió ocupar el puesto de gran potencia que ya se intuía en tiempos de Pedro el Grande y Catalina II. A partir de la época del zar Alejandro I, y después del zar Nicolás I, se empezó a expandir por todo el Cáucaso y la Transcaucasía, además de por Asia Central y Extremo Orienta. Georgia, Armenia y Azerbaiyán cayeron pronto -ni Turquía ni Persia podían hacer nada contra el oso ruso-, y los pueblos de las montañas quedaron rodeados por Rusia por todas partes. Hubo pueblos que se rindieron fácilmente, otros no tanto. El checheno Shamil -aunque no era de Chechenia, sino de Daguestán-, consiguió formar algo parecido entre una mezcla de estado islámico y confederación tribal en gran parte de ese espacio, pero finalmente fue vencido. Los circasianos iban un tanto por libre, y aunque fueron un rival durísimo, y que en mayor o menor medida, ya recibían ataques de los cosacos -los colonos-guerreros rusos que ocupaban enormes espacios sin dueño claro por Europa y Asia- desde el siglo XVII, no pudieron vencer a la llegada masiva de tropas regulares. Cientos de miles de soldados, con armas de fuego, incluida artillería, que destruyó pueblos, masacró poblaciones enteras -mientras también conseguía, para evitar la despoblación completa, pues los eslavos no eran demasiado entusiastas de instalarse allá, algún tratado de paz, con la tribu de los kabardinos- y acababa aplastando cualquier tipo de resistencia armada.

Uno de los sangrientos combates (ejemplo de "guerra total") entre tropas zaristas y guerreros montañeses.

Al tiempo, los turcos, debilitados por los movimientos independentistas de los cristianos de Europa -primero los griegos, después, los rumanos, serbios, búlgaros...-, decidió favorecer la inmigración de aquella gente musulmana, guerrera y dura, por la que siempre tuvieron cierta simpatía. Pero a la hora de la verdad, los refugiados tenían que llegar sin apenas ayuda. No tenían dinero ni bienes, las embarcaciones que mandaba Turquía muchas veces eran subcontratadas, y estaban en tan mal estado -corrupción, sin duda, pues el dinero invertido para el traslado, probablemente fue mayor, pero se perdió por el camino- que no pocas se hundieron, provocando miles de muertos. 
Finalmente, cientos de miles de circasianos, de abjasios -otro pueblo musulmán, en este caso, de Georgia-, de chechenos y otros pueblos de la zona, llegaron durante al menos dos décadas, y se les trató como soldados, colonos y ciudadanos de territorios de mayoría cristiana -griegos de las costas del Egeo y el Mar Negro; armenios del sur y el nordeste, cerca de Persia-, o en regiones árabes, consideradas semi-salvajes, o, incluso, en Bulgaria -que tardó bastante, hasta 1908, en conseguir su completa independencia- o Kosovo -aquí, tal vez un apoyo a unos albaneses que no parecían suficientemente fiables para oponerse a los serbios-. En la zona árabe, curiosamente, y a pesar de los primeros conflictos con tribus de beduinos, se integraron relativamente bien, llegando, incluso, a repoblar la ciudad de Amman, capital de la actual Jordania, que llevaba siglos prácticamente en la ruina, y formando colonias en Siria -como Alepo-, y en Palestina. En el actual Israel, existen dos pueblos en el norte del país, con cierta autonomía política y cultura, poblados casi totalmente por circasianos. Pero, claro está, fue en la misma Turquía -en Estambul, y en todo el norte, en Sinope y Transzop, la antigua Trebisonda de los griegos- donde se hicieron más numerosos. Hasta ahora. La fecha de 1864, en que fueron definitivamente derrotados, y parcialmente expulsados, es para los circasianos un año infausto, y cuando quieren protestar contra el imperialismo ruso -real o ficticio- no es raro que la saquen a relucir.


Dónde viven, cuantos son, y qué grupos forman.

Hoy por hoy, los circasianos son más un pueblo que forma parte íntegra de la actual Turquía, que de la misma Rusia, de donde son originarios.
En territorio turco, probablemente vivan entre 2'5 y 3 millones de circasianos auténticos. Es difícil saber su número exacto, por la doble razón de que éstos, desde el principio, se fueron mezclando racialmente con los turcos, y porque, en ocasiones, se contabilizan como circasianos a otros pueblos emparentados con ellos, como los absasios de Georgia, o los chechenos. Pueblos de raza y lengua caucásicas, pero con claras diferencias históricas y culturales. Se contaba a finales del siglo XIX que los mercados de esclavos turcos, pues allá existió legalmente la esclavitud hasta principios del siglo XX, estaban llenos de bellas circasianas, pero esto parece, como mínimo exagerado, por no decir falso. En aquella época, los esclavos eran sobretodo negros -también entre los musumanes, y no sólo en el continente americano, había esclavos de esa raza-, pero los blancos -y aunque no sean indoeuropeos, a los pueblos caucásicos se les podría considerar como tales, aunque los ingleses de la época los llamaran "nativos", comparándolos con los de Estados Unidos, que también luchaban por su independencia, cuando no por su misma subsistencia como sociedades- eran poco comunes. Además, la casi totalidad de ellos eran musulmanes -excepto un pequeño número de paganos, que raramente sacaban a relucir su auténtica fe; y otro pequeño número de cristianos ortodoxos, que acabaron por fusionarse con los rusos, y que en ningún momento emigraron-, y, al menos en principio, estaba prohibido por cuestiones religiosas y morales que un musulmán comprara como esclavo a otro musulmán. Otra cosa es que el esclavo en cuestión se convirtiera al islam, pero esa era otra cuestión. La realidad, creo yo, fue otra bien simple: en la guerra, después de generaciones de combates que acabaron en los últimos años en la masacre de ejércitos enteros de circasianos -y de rusos, aunque su reserva demográfica era infinitamente mayor- hizo que, por cada hombre entre los quince y los cuarenta años hubiera, por lo menos, ocho o diez mujeres. Y como entre ellos la poligamia era algo rarísimo, y, ademas, muy pocos hombres podían mantener a más de una esposa, y teniendo en cuenta que los que llegaron a Turquía estaban tan faltos de recursos como las mujeres, hizo que muchísimas de ellas no tuvieran, como quién dice, de qué vivir. Y como en el Imperio Otomano de la época la poligamia no sólo era legal, sino algo relativamente normal, no pocos turcos -y no turcos, incluidos algunos griegos y otros ex-cristianos conversos- decidieron que, en caso de no ser ni solteros ni viudos -que los había, y bien lo aprovecharon-, muy bien se podían tener una esposa turca, y otra circasiana. El cómo llegaran a convivir una y otra, ya era otra cuestión, y no me extraña que, en aquella época, ese conflicto de esposas de distinta raza, cultura y origen diera para muchas historias, dichos y chistes, aunque actualmente, toda aquella ocurrencia popular de otras épocas se haya perdido ya.

Una familia de origen modesto (campesinos, aunque quizá no braceros o siervos) antes de la conquista definitiva por los rusos.

En Turquía, la primera generación nacida ya en suelo patrio ingresó de forma numerosa en el ejército, y los circasianos tuvieron su lugar -bastante grande, además- en el movimiento de los Jóvenes Turcos, que quería hacer de su país una nación fuerte y avanzada, aunque fuera a través del autoritarismo de un ejército rejuvenecido, fortalecido y modernizado. Y no hay duda, de que participaron no sólo en la I Guerra Mundial, sino también en la masacre de los armenios, en la expulsión de los griegos -y en la acogida de los musulmanes de Grecia y otras naciones balcánicas-, en el reparto de los bienes de unos y otros, y en el nuevo proyecto de Ataturk de una Turquía republicana, laica, culta y moderna. Pero no sólo fueron militares, ni todos, en absoluto, eran individuos autoritarios o cristianófobos. Parte de la Turquía más laica actual, además de la secta chiíta de los alevíes -entre los musulmanes, la palabra "secta" es bien distinta, y bastante menos peyorativa, que entre los cristianos, pues sería, más bien, al equivalente a "iglesia" o corriente religiosa disidente dentro de la religión musulmana-, y de la clase media o alta de Estambul, está compuesta por circasianos y otros descendientes de caucásicos. La Turquía actual, sin embargo, resulta un tanto contradictoria para ellos: por un lado, la prefieren a la islamización del actual presidente Erdogán; por otro, representa la visión de Ataturk de una nación racial, cultural y lingüísticamente homogénea. Y de la misma manera que tanto les ha costado reconocer la existencia de kurdos, también sucede con los armenios, árabes, siriacos cristianos, georgianos, circasianos, gitanos, albaneses, bosnios, judíos, etc. E, incluso reconociéndolos, no dejan de verlos, simplemente, como una simpática colección de trajes regionales -aunque estas supuestas regiones fueran, realmente, países distintos de donde son originarios muchos de sus habitantes- y bailes folclóricos.
En Rusia, el país de donde son originarios -por mucho que no lleven más que un par de siglos formando parte de él-, viven repartidos en tres repúblicas que llevan el nombre de las tres antiguas tribus -hoy en día, más bien habría que llamarlos "comunidades separadas", o algo parecido, pues no dejan de ser el mismo pueblo, y considerarse una sola nación que tiene la desgracia de vivir geográficamente separada-. La más pequeña y occidental se llama Adiguetia, o Adiga -que sería su forma más correcta-, y que tiene, realmente, casi tres cuartas partes de población étnicamente rusa, por lo que, hasta no hace tanto, no era ni república autónoma, sino sólo región. Los adigas no llegan ni al 25% de la población en sus tierras ancestrales, en su propio país. Las otras dos repúblicas, que comparten con dos pueblos de raza y lengua turca -los balkarios y los karachais, si esta es la forma correcta en lengua española; pues se ha traducido de diversas maneras- y con población rusa eslava. La república más oriental recibe el larguísimo nombre -por hacer referencia, como ya se ha dicho, a dos comunidades bien distintas y no siempre bien avenidas entre sí- de Kavardino-balkaria. La segunda, algo menor, en medio de las otras dos, recibe el igualmente difícil de recordar de Kachaievo-cherkesia. En este caso, la comunidad circasiana son los cherkeses, que a veces, erroneamente, se les llama circasianos en particular, olvidando a las otras dos comunidades.
Respecto al peso de la población circasiana, ya se ha dicho que en Adiga apenas son una cuarta parte. En Kavardino-balkaria, en cambio, son algo más de la mitad debido, principalmente, a que en los últimos diez años han emigrado a las grandes ciudades muchos rusos y ucranianos, haciendo que el peso de los autóctonos aumente, aunque su número apenas haya aumentado. En Karachaievo-cherkesia, sin embargo, los karachais turcos son casi la mitad, pero los cherkeses, a pesar de ser considerados los circasianos más representativos, apenas son una quinta parte. También existe allá un cuarto grupo -o tribu, o sub-tribu, aunque entre este pueblo las divisiones tribales han sido ya casi olvidadas, por considerarlas obsoletas-, conocidos como abaz -o abaces, abacinos... es español todavía no está claro el nombre de numerosos pueblos y territorios de la antigua URSS-, y que se consideran, ellos también, como circiasianos, aunque no está claro si como grupo independiente o no.


Un cuadro representativo de guerreros circasianos -o, al menos, caucásicos, porque también podrían ser de algún pueblo túrquico de la misma región- atacando  a caballo.

Fácil es suponer que una comunidad dividida en cuatro grupos y separados geográficamente, que apenas es mayoritaria en ningún sitio -los cherkeses tenían su capital, Cherkesse, donde eran la minoría más numerosa, pero la emigración rusa ha hecho que pasaran de ser más de 1/3 a uno de cada ocho habitantes en pocos años-, no tienen, ni han tenido, apenas peso en la economía, la cultura, la política y el ejército. Y, ciertamente, es cierto. Poco a poco, aunque el sueño de la independencia sigue vivo, sobretodo entre los jóvenes -como casi siempre sucede, de todas formas-, y más todavía, gracias  a internet, la mayoría se conformaría con una autonomía política real, el poderse ganar la vida en su propia tierra, y que sus lenguas y cultura popular no se disuelvan entre la enorme masa eslava. Más o menos, como en Turquía, sólo que allá, realmente, no se les reconoce como minoría étnica, y se tiende a que se fusionen con la población racialmente turca. De todas formas, el independentismo real, práctico, es minoritario, y la mayoría de la población opta por apoyar las llamadas ashamas, o asociaciones culturales, que defienden la lengua y la conservación de la identidad por medio de la cultura, pero que, por extensión también desean tener cierta influencia política. Otro problema de todos estos pueblos es que su autonomía es bastante ficticia, pues el presidente ruso tiene derecho a deponer y colocar a su gusto a los presidentes de las repúblicas, lo que hace que su autogobierno -incluso, sus elecciones, el derecho de estos pueblos a elegir democráticamente a quien deseen que les represente-, en muchas ocasiones, no sea más que una farsa.
Hay, además, otra diáspora aparte de Turquía: los países que formaron parte del Imperio Otomano. En Siria todavía vivían, antes de la revolución y la posterior guerra civil que actualmente desangra el país, entre 100.000 y 125.000 circasianos -se acostumbra a dar cifras menores, pero las comunidades de Oriente Próximo siempre se contabilizan muy a la baja-, la mayoría en Alepo y Damasco, pues eran una comunidad predominantemente urbana, pues muchos fueron policías, militares y funcionarios, con los turcos o, más tarde, con los colonizadores franceses. Ahora mismo, cualquier información sobre esta comunidad, como de cualquier otra, se hace muy poco clara, excepto que varios miles han pedido poder emigrar a Rusia, que acostumbra a ser bastante cerrada a estos flujos de retorno. Pero, por esta vez, parece que Moscú está bastante por la labor de ayudar a esos lejanos compatriotas no eslavos, nacidos en tan lejano país. O eso se cuenta. Una cosa es el retorno masivo de eslavos de la lejana Asia Central, y otra bien distinta, la de descendientes de unos exiliados que, en suelo ruso, fueron un auténtico dolor de cabeza.
Respecto a los de Israel, viven concentrados, básicamente, en un par de aldeas del extremo norte -unos 15.000 en total-. Tal vez, separando la antigua Palestina del territorio libanés poblado por cristianos y drusos, que tanto hizo el gobierno otomano por oprimir y enfrentar. Soldados de frontera, en cierto modo. No tienen demasiados problemas de convivencia con la mayoría judía, e incluso algunos han formado parte del ejército israelí. El miedo de sus líderes sería que el islamismo se introdujera en la comunidad, pero parece que, aunque eso sea inevitable, su influencia, como entre sus hermanos de raza de otros países, es muy escasa.
En Jordania son unos 85.000, y antes de la gran inmigración palestina e iraquí, quizá fueran un 5% de la población, con gran peso en el ejército -la guardia real de los soberanos jordanos son circasianos y chechenos, aunque el ejército, en general, esté formado, sobretodo la oficialidad, por jordanos autóctonos, sin apenas presencia palestina-. Ellos fueron, realmente, los fundadores -o re-fundadores, da igual- de Amman, la capital jordana, y siempre han sido una comunidad respetada y con prestigio. Pero los problemas económicos y políticos, además del islamismo, podrían, a la larga, provocar que emigraran. Lo que quizá no sepan ellos, es a donde. A no ser, a la misma Rusia, que ve cómo los rusos y ucranianos, y otras comunidades, como los armenios, judíos y griegos, van abandonando poco a poco las repúblicas caucásicas. Y de los circasianos, antiguos enemigos a muerte, parecen confiar más que en otros pueblos, más separatistas, belicosos o influenciados por el islamismo yihadista, vía Al-Qaeda o wahabbismo saudí.
En Occidente, haberlos, los hay, pero muy pocos. En Estados Unidos, no más de quince o veinte mil, y aún menos en Canadá o cualquier país europeo por separado. Al menos, que se sepa. pues tienden a mezclarse muy rápido y fácilmente con la población blanca de cualquier nación, así como ser confundidos con rusos o turcos. Se supone que en Alemania podrían vivir hasta 40.000, pero son suposiciones. Se les cuenta como turcos. Tal vez también los haya en Egipto -donde fueron la base de los antiguos mamelucos, los señores militares que gobernaron el país antes del dominio británico; pues apenas se mezclaron con el resto de la población-, en Líbano y en Irak. Pero, sea por fusión con árabes o turcos, por pasar desapercibidos, emigración o eliminación, apenas nada se sabe de ellos.


Algo de su cultura y carácter. La reunificación.

Los circasianos hablan de la Adiga Una, la patria circasiana unida. Para ellos, es una realidad lejana, pero no pura fantasía. Quizá piensen, como sucede en otros muchos casos, que, a la larga, la demografía será su aliada, y ante el vacío de la emigración eslava, sólo la inmigración -o más bien el retorno- de su población exiliada sería la mejor solución.
Quizá convendría explicar un tanto el carácter de este pueblo. Desde siempre, los circasianos, tanto hombres como mujeres, fueran príncipes, nobles, o gente libre -otra cosa eran esclavos, o siervos, que no dejaban de ser una especie de esclavos con ciertos derechos, aunque no menos, ni más que los siervos de la Europa Occidental o la misma Rusia- eran considerados un pueblo vigoroso, fuerte, con una longevidad extraordinaria -parte de los hombres y mujeres más ancianos del mundo de los que se ha hablado en los últimos años son del Caúcaso, incluyendo Georgia-, muy dados al ejercicio y a lo que ahora llamaríamos deporte, grandes guerreros, jinetes y cazadores; y le daban gran importancia, y todavía lo hacen, al atractivo físico -y eso no incluye, simplemente, haber nacido con ello, sino también a tener buen gusto en el vestido, el peinado, el cuidar del propio cuerpo, etc-. En este pueblo, desde siempre se considera atractivo, en ambos sexos, la cintura estrecha, el talle esbelto, el pecho ancho sin exageracion, la agilidad y la elasticidad física. Lo más importante, realmente, no era el heredar la belleza de padres a hijos, porque eso era un regalo de la naturaleza -o simple genética, aunque en aquella época no se supiera qué era eso-, sino el cuidar del aspecto exterior, tanto como del intelecto, del comportamiento público y privado, y del intelecto. La música, el baile y el cante, y, como ya se dijo, las artes guerreras, y el saber desenvolverse en montañas y bosques, era considerado algo obligatorio entre todo hombre libre. Y más, en sus clases dirigentes.

Otro espectáculo de baile, en que se aprecia el colorido de los trajes circasianos.

Respecto al vestuario, aunque hoy en día tiende a ser muy parecido al de los rusos -y, en general, al de los pueblos occidentales-, todavía conservan su antiguo vestuario, y no sólo como un vestigio del pasado, o algo folclórico. Sería muy largo extenderse en este tema, pero sin duda, cuando se ven fotos del vestuario circasiano, no deja de ser impresionante. Y más, teniendo en cuenta que corresponde a un pueblo montañés, que nunca formó un reino o república, sino pequeños principados rurales, con parte importante de su gente viviendo en cumbres u ocultos valles, y con capitales que no dejaban de ser pueblos grandes y provincianos. Apenas pudieron ejercer influencia en la llamada "alta cultura", ni en lo que los anglosajones llaman "mean stream", o cultura mayoritaria, pero sí, paradójicamente, en sus antiguos enemigos, conquistadores y ocupantes: los rusos. O más particularmente, en ese extraño sub-grupo de la nación rusa: los cosacos.

Un grupo de baile con trajes tradicionales circasianos.

Y así es. Los altos gorros de piel, las capa negras con hombreras puntiagudas, las altas botas de suela fina, los cinturones ceñidos con hevillas de plata, las trabajadas fundas de sus armas -normalmente, siempre fabricadas por mujeres-... todo eso, parecel el vestuario típico del cosaco, o del ruso del sur o de la montaña. Y no deja de ser así, pues hace siglos que los rusos -como también el resto de pueblos del Cáucaso- han adoptado ese vestuario como propio, y la mayoría piensan que fueron sus antepasados quienes lo inventaron, considerando a los circasianos como una pandilla de salvajes -nativos, se les llamó en su tiempo, como algo despectivo-. Respecto a las mujeres, sólo hay que ver  fotografías, antiguas o actuales, de algunas de ellas, sorprenden por su enorme belleza, estilo, elegancia y majestuosidad. Es cierto lo que a veces se cuenta, que ver bailar a un grupo de circasianas con sus trajes nacionales más bien parece un desfile de reinas. El vestuario femenino, por lo visto, influyó menos en la forma de vestir de las rusas eslavas. Posiblemente, porque, en principio, casi todos los rusos que encontraron los circasianos eran hombres, guerreros o soldados. Pero debió haber, realmente, influencia mutua, porque las mangas colgantes que casi arrastrarían por el suelo -a no ser que la dama en cuestión llevara siempre los brazos más o menos levantados, nunca caídos- acabaron siendo algo casi testimonial, excepto en los vestidos de boda, o los folclóricos más tradicionales. La manga occidental también podía ser elegante, y mucho más práctica. Pero las joyas de plata -los collares y los pendientes-, las dagas que guardaban en la parte más intrincada de sus increíbles vestidos -al fin y al cabo, eran mujeres guerreras, dispuestas a suicidarse, o a luchar hasta la muerte contra cualquiera que quisiera dañarlas o abusar de ellas-; las pecheras que cubrían todo el pecho, con sus adornos de plata que, cuando reflejaba la luz, se distinguían desde gran distancia, las faldas largas y los zapatos altos, con una forma -y un andar- que parecía que las mujeres, cuando se movían, más que andar, flotaban, los gorros y tocados llenos de encajes y velos...
Uno y otro sexo, además, llevaban largas capas, llenas de adornos y bordados, que casi llegaban hasta el suelo. Respecto a las niñas y las jóvenes, muchas veces llevaban pantalones -algo realmente raro en las occidentales hasta no hace tanto, y que tal vez tuviera influencia persa-. En ocasiones, también llevaban algo parecido a pantalones finos debajo del vestido, que podía abrirse por la parte inferior, facilitando el poder moverse con facilidad, o montar a caballo, pues de un pueblo ecuestre se trataba. Eso sí, todo eso valía, más bien, para las clases alta y media -por llamarlas de una forma moderna-, pues la clase más baja, sin importar edad o sexo, vestía de una forma más modesta. Muchas veces, con ropa de algodón basto, y cubriéndose con abrigos de piel de oveja.
 Sin embargo, con el paso de los siglos,  la mortandad por guerras y exterminios,  la emigración masiva, y la desintegración de su antigua sociedad, ha hecho que todas las clases sociales se vieran diezmadas, arruinadas o desubicadas. Y la llegada del sistema soviético, autoritario pero también más igualitarista -al menos, sobre el papel- favoreció que los supervivientes de cualquier clase se mezclara con el resto. Y, a la larga, aquello fue positivo, pues los circasianos se consideran todos una nación, sin importar la antigua tribu de la que formaban parte, o qué posición ocuparon sus antepasados siglos atrás en sus antiguos principados. Es una sociedad bastante igualitaria, aunque fuera, como se decía hace cincuenta años, a la irlandesa: en aquel país, al poco de la independencia, se comprobó que las diferencias económicas en la población eran escasas... pues, una vez que se marcharan los funcionarios y terratenientes británicos, todos eran pobres, o poco les faltaba.
Ya se ha dicho que éste fue un pueblo guerrero, la el carácter marcial y las costumbres de la milicia siempre les han sido afines. Han ocupado puestos importantes tanto en los ejércitos de Siria -hasta la actualidad-, como de Jordania, y gran parte de los mamelucos de Egipto, esa extraña casta de esclavos liberados de raíz guerrera, y que elegía soberano de entre ellos mismos -primus inter pares, como dirían los antiguos romanos-, en gran parte, eran de origen circasiano o, al menos, caucásico. También pasó algo parecido en Turquía, y ya se ha comentado que combatieron en todas las guerras del Imperio Otomano, y de la República subsiguiente -balcánicas, la Gran Guerra, la masacre de los armenios, la guerra de liberación contra la ocupación de griegos, británicos y franceses...-, pero eso no significa que fueran siempre militaristas acérrimos. En el caso turco, y de los territorios que dominaban -incluída Bulgaria, de donde retornaron a Rusia o marcharon a Estambul; o de Kosovo, de donde emigraron hace pocos años al Cáucaso-. Muchos circasianos, en las últimas décadas, se han dedicado a la mecánica y a oficios técnicos que signifiquen arreglar cualquier tipo de aparato -algo que llama un poco la atención, pues no se les suponía especialmente aptos para la mecánica, o para arreglar máquinas y electrodomésticos-, así como a la medicina. En la política, sin embargo, nunca han sido demasiado numerosos.
Curiosamente, Rusia nunca aprovechó la facilidad y excelencia de esta raza para la lucha. Más bien al contrario, durante décadas, mandó división tras división de soldados a aquellas terribles montañas, exterminándolos o expulsándolos, o favoreciendo su emigración al enemigo otomano, creyendo que casi les fastidiaba, más que hacerles un favor -fastidiados acabaron muchos circasianos y otros inmigrantes, ante el pésimo transporte marítimo por el Mar Negro, la corrupción y la ineptitud de la administración otomana, y el uso que se hizo de ellos como soldados de frontera contra irrupción de nómadas árabes o kurdos, o en fuertes en ciudades de provincias alejadas, o colonos en territorios casi despoblados y desprotegidos, o en ciudades casi en ruinas, o fundando otras casi de la nada-. Es fácil suponer que, durante la II Guerra Mundial, los diezmados y dispersos circasianos no pudieran ser especialmente decisivos en la lucha contra la invasión nazi. Más bien al contrario. Si bien no se les consideró -con razón o sin ella, pues Stalin era un brutal paranoico que podía mandar a la muerte a miles y miles sólo por un mal presentimiento- un pueblo traidor, como los tártaros de Crimera, o sus vecinos chechenos, tardaron mucho en notar cierto aumento del  nivel de vida, pero siempre como una zona periférica, rural y casi olvidada de la inmensidad rusa.
Respecto a las armas, aparte del caballo -que no lo es en sí, pero en un pueblo ecuestre, a pesar de ser de montaña, tenía gran importancia-, y de su misma preparación militar desde la infancia, siempre contaron con largas espadas, puñales y dagas y, durante mucho tiempo, armaduras -más bien petos metálicos- defensivas. Pero al llegar al Cáucaso las armas de fuego, desestimaron la armadura, por no resistir las balas y ser pesada y molesta, y adoptaron rápidamente el fusil y la pistola -fue época tardía, y no llegaron a usar mosquetes o arcabuces que, por lo demás, les resultaban demasiado pesados-. No sólo fueron grandes tiradores, sino que llegaron a fabricar sus propias armas de fuego, e incluso mejorar modelos antiguos que cayeron en sus manos, como también lograron hacer, en el otro lado del mundo, los armeros japoneses.
Podría extenderme más, con la unión que este pueblo tiene con la naturaleza, con su situación económica actual, la visión que tienen de ellos los rusos -no muy buena, quizá, pero bastante mejor que de los chechenos, por ejemplo-, sobre su mitología -principalmente, la historia de los Nart, una especie de pueblo de héroes, de hombres y mujeres humanos, no divinos, pero extraordinarios, que en Europa sólo tendrían comparación, creo yo, con los Tuatha Dé Danann de la mitología irlandesa. Pero, entonces, esta entrada sería casi un tratado de antropología. Sobre la mitología, quizá cabría entrar más a fondo, pero eso merecería entrada aparte.

La belleza de las mujeres circasianas o abjasias es legendaria, pero ello, más que ayuda, ha sido un castigo para ellas, que han sido esclavas, esposas a la fuerza o concubinas de musulmanes o cristianos.

Se pueden encontrar en la red numerosas páginas, básicamente en turco y ruso -lo que hace difícil buscar, por no saber la grafía en esos idiomas de la palabra "circasiano", o cualquier otra. Además, el ruso ni tan siquiera se escribe en alfabeto latino, sino cirílico, lo cual hace todo más difícil. También se puede buscar por facebook, por "çerkes", o "cerkesler", pero la traducción que se puede conseguir es casi ininteligible, y básicamente se encuentras imágenes y videos. Respecto a la música -que también, como el baile, merecería entrada aparte-, estos foros son sitios indicados para conocerla más a fondo. O conocerla, simplemente. Respecto a los vídeos musicales, a falta de otra cosa, ponen imágenes que le han gustado al que los cuelga en la red, aunque no tengan nada que ver con la canción, pero algo es algo.

El "Si kabardey", en un video aficionado.

Aquí, un enlace con una página en inglés, donde hay cantidad de información, y siempre actualizada:

Circassian World

Respecto a lo que se podría llamar "himnos", o canciones clásicas, y que se pueden encontrar en youtube u otras redes de vídeos, el más clásico sería el "si kaberdey" -algo referente a los kabardinos, pero que no me pregunten el qué, porque no he podido encontrar la traducción por ningún sitio. A partir de éste, se pueden encontrar otros.

Y si hay en cine alguna película que haga referencia especial a este pueblo, es de suponer que tendrá que haber varias, pero, reciente, he encontrado información de una, jordana -aunque producida, en parte, con dinero europeo y, creo, turco-, que lo mismo se podría traducir, directamente, como "Cherkés", o como "El circasiano".
Una imagen del director y el cartel de la película. Muchos intelectuales circasianos criticaron que era una película de amor un tanto simplona, que había errores en cuestión de vestuario y armas, que la historia real no fue exactamente como se cuenta... todo eso puede ser cierto, pero tampoco era, ni mucho menos, una gran superproducción. Más bien, una forma sencilla de contar como aquellos exiliados a los confines del Imperio Otomano, y los beduinos árabes que se encontraron, tuvieron que aprender a convivir y a entenderse, y formar el germen de lo que, en un futuro, sería la actual Jordania. Un país, realmente, bastante artificial, y creado tras la I Guerra Mundial y el fin del Imperio Turco, por los británicos.

Trailer substitulado en inglés de la película.